Publicado 17 dic 2016 Bueno, pues ya estoy más que recuperada. Más que un virus, parecía que me había sentado mal algo. En fin... Gracias por los ánimos. El legacy sigue su curso, que emoción, pasan cositas. Spoiler Farewell for the majesty imperial LZ —¡¿De verdad crees que un simple sable derrotará el poder de la magia?!. M —Vaya, Zane, has hecho brotar espuma de una fuente… qué será lo próximo, ¿convertir el agua en vino?. Lo has puesto todo perdido. Iré directa al grano. M —No quiero darte tiempo, para que conviertas mi acero en una baguette. LZ —¡Ah! M —Parece que eres humano, al fin y al cabo. LZ —Jaja, una heridita no es nada, puedo curarme. M —¡Pues cúrate esta!... LZ —¡Barrera de tiniebla! M —Tu punto débil es el corazón, ¿verdad? LZ —¡No!, yo no soy un vampiro, y aunque lo fuera, eso no son balas de plata, ni una estaca. Es una triste hoja de acero… aunque parece oxidada, ni siquiera es acero, chatarra de mercadillo. No sé qué pensabas hacer con eso... LZ —Podría dejarte congelada en esa posición de por vida, estás mona, pareces una bailarina. Pero no quiero que sea tan fácil, sin una muerte no estarías satisfecha… M —¡¿Estás tan seguro de tu corazoncito?!, ¡¡vamos a probar!!. LZ —¡Oh!. M —Siento romperte el corazón, brujito… no eres mi tipo, me gusta los hombres buenos y santos. LZ —Fallaste. Solamente tengo un punto débil en todo el cuerpo, podemos seguir haciendo intentos, y yo mientras te enseño de lo que soy cap… M —Déjate de charlas, siervo de satanás. No dispongo de tanto tiempo, brujito, no te iba a dar la oportunidad de jugármela con tus sucios trucos. Mejor recurrir al método clásico, ese nunca falla, por suerte he traido cerillas. El fuego purificador. L —Lilit, Scatha et Tiamat. Lilit, Scatha et Tiamat. Lilit, Scatha et Tiamat. Fuertes damas, matres exercituum, ayudadme, aequitate. Lilit, Scatha et Tiamat. B —Hace tan Buena tarde, que me comería un helado de pistacho. B —Uy, pero está tan frío, que se me ha congelado el cerebro… L —¡Abuela!... ¡noooo! P —Lo siento, Ludmila, ha llegado su hora. L —¿Tan pronto?. Ha dejado huérfano al pobre helado. ¿A quién se le ocurre comer helado en esta época, abuela? P —Tenía más de 80 años sims. P —Sí, ya vivió suficiente, me llevaré su alma. L —Adiós, abuela. Es ley de vida. R.I.P. Bibiane. Vivirás en nuestro recuerdo. Fuiste una perfecta fundadora y una mujer noble y pura de espíritu. El viento del norte sopló, volando los rejados, llevándose el corazón de nuestro mundo, dejándonos sin nada, arrasando con nuestras esperanzas. Ludmila tuvo que heredar el lecho de Bibiane antes de tiempo, aunque con el corazón lleno de tristeza, se empecinó en dormir allí para recordar a su abuela. Yo trataba de superar las pérdidas con el deporte, me enfrasqué de lleno en el ejercicio, porque si paraba imaginaba la vida sin mi amado, y si imaginaba tan catastrófica situación… se me aniquilaban las ganas de vivir. Tenía que correr por Ludmila, no podía dejarla huérfana, y menos ahora, que la había tenido que cambiar de centro escolar. Y ya le había explicado que, por desgracia, le ha tocado ser bruja, que su padre me recomendó que lo mantuviera en secreto, nadie debía saber nunca de sus poderes, ya que por lo visto, serían superiores a los de él. Teníamos que tener cuidado, debía aprender a controlar y canalizar su magia. Se lo expliqué todo, con la ayuda de su abuela, antes de que también nos abandonara. O casi todo… Z —Tú tuviste a bien hacer esta balsa de agua, madre. Haremos una piscina en tu honor. Aquí, con este agua que tú brotaste de las entrañas de la tierra, se bañarán generaciones y generaciones de sims. De la misma forma en la que yo disipaba los problemas evadiéndome en el deporte, mi hija se recluía más en la red de redes. L —Ahora, a poner otra foto cool en mi simblr… Continuará... A CarterHall le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 22 dic 2016 Ludmila. Spoiler Gea y Epona Los años transcurrían, como suspiros, para quienes habíamos perdido todo. Pero quizás, fuese nuestro propósito que el tiempo volara, para que la vida diera otro de sus giros y nos sorprendiera. Al igual que ocurrió con mi difunta madre, yo también me convertí en una persona madura y plena de tribulaciones. Dedicada y entregada únicamente a mí pasión, que era mi trabajo. El cielo y sus misterios, era otra manera de evadirme del dolor de mis pérdidas. Me absorbían tanto, que me olvidé por completo de lo que me quedaba en la vida, de que el tiempo pasaba también para la niña afectada y taciturna en la que se había convertido Ludmila. ¡Yupiiiiii! ¿? L —Estoy aquí... Hola. Soy Ludmila, 14 años. Y de alguna forma, voy a buscarte, tarde o temprano te encontraré, y voy a matarte. L —Madre de madres dame la astucia de una ardilla, enséñame a manejar esta arcilla. L —Islas del Egeo, mar de Odiseo entre el fuego volcánico de Zeus. Tierra en lo profundo del abismo dame tu esencia Gaya sofocada abre tu herida dame tu arcilla, para transformar mis sueños. L —Mandrágora viva dame tu exaltación de vida… Z —¿Otra vez intentando crear una paloma? L —Quiero ver lo que le pasó. Cuando ocurrió solo pude intuir algo. Las palomas son mensajeras, podría traerme información, mostrarme acontecimientos. Z —Quizás necesites algo mejor que la arcilla. L —La arcilla fue la fuente de la vida en la tierra, especies antecesoras a la nuestra nacieron arrastrándose sobre ella, saliendo de la humedad de las orillas de los ríos y los pimeros pantanos. Z —Hablas de arcilla natural, en estado puro, hija. Esa es para escolares, se parece más a la plastilina. ¿He dicho algo indebido?. Me alegro de charla contigo, Ludmila, hacía tiempo que no lo hacíamos. Disculpa mi aroma, no he tenido tiempo de lavarme después de hacer deporte. Si no fuera por mis seguidores de simblr, ya me habría suicidado. Me cuesta mucho, superar lo de mi padre. He pasado años muy oscuros en los que no quería hablar con nadie. Vino todo de golpe. Y lo de mi abuela, sí, pero supe comprender que a ella le había llegado su hora. Lo único que me mantiene aquí son esos miles de personas que se han ido sumando, con el paso de los años, al escaparate que es mi simblr, en él he ido mostrando al mundo las cosas que me gustan, mis pasiones, mis ropas favoritas, e incluso sucesos de mi vida. Todos me dan muchos ánimos. Entro a simblr, y allí están, colmándome de halagos, haciéndome sonreír, interesándose por mí, diciendo que les gusta lo que les enseño. Me visto para ellos, me hago fotos delante del espejo, o incluso me grabo en vídeo, trato de ser yo, no perder el norte, tampoco sabría ser de otra forma, les gusta ver qué ropas me compro y que cosas llevo a diario. He cambiado de centro escolar unas 20 veces. Cada vez más lejos de casa. A veces siento que estoy sola en el mundo. No tengo a nadie. Solo me relaciono con ellos, mis seguidores de Simblr, porque me entienden, y realmente disfrutan conociéndome, les encanta mi estilo, de verdad les parezco interesante. De lo contrario, no me seguirían. Nunca quedaría con ninguno de ellos. Llamadme egoísta, pero… Por mi forma de hablar desordenada, mi dificultad para concentrarme y emitir las frases en un orden lógico a veces, mi depresión, mis peculiaridades, mi soledad cómoda, mi parquedad de palabras. Tengo miedo de conocerlos. No quiero decepcionarlos. Siento una fuerte presión por estar a la altura de la imagen que creen tener sobre mí. Hay cosas que no se ven tras una pantalla. Me pondría muy nerviosa, y me sentiría muy incómoda frente a uno de ellos, saldría corriendo. Temo a mis seguidores, y eso me hace odiarlos, a quienes me aman, los únicos que entienden. El hecho de ser bruja me ha obligado a tener que contenerme a diario, a guardar las apariencias, a ir con cuidado de no liarla y que se me escape algún acto sobrenatural que los deje a todos con la boca abierta. Soy un animal solitario y de costumbres. No me gusta improvisar, no me gusta arriesgarme en nada. Me siento cómoda y libre cuando estoy en soledad, nadie me molesta, ni nadie se molesta conmigo. L —¡Me voy! E —¡Oh, Gea!, este viernes es la iniciación G —¿Otra vez uno de esos ritos paganos en el que solo participamos nosotras dos, Epona? E —No exactamente, este es un ritual para convertirnos en brujas. G —Ya, claro. Oye, ¿has visto a la chica de allí?, me gusta su estilo. E —Me recuerda a… dios mío. ¿Es ella?... G —¡Sí, creo que es ella!. ¿Qué hace aquí, en nuestro instituto?. E —¿A dónde vas? ¿no irás a decirle algo, Gea?... G —No, pero la gente está empezando a entrar a las clases, se habrá estropeado el timbre y no ha sonado. Pero esa chica tiene estilo. No sé quién es. Veamos qué tal el nuevo centro 4 horas más tarde G —¡Epona, está aquí, en la cafetería!, detrás de ti. E —¿Quién, otra vez ella? G —Sí, voy a saludarla. E —Pregúntale qué hace aquí G —Estará estudiando, como nosotras. G —Hola. ¿Hija de la luna?, ¿Ludmila?... L —*Glubs* G —Qué tal, maja, me llamo Gea, cantante y líder de la banda “Wicca”. Me encaaaaanta todo lo que pones en tu simblr, de verdad. Te sigo desde que era una niña, has sido una referencia. E —Yo soy Epona, teclista y coros de la banda. Siempre he sido tu fan, Hija de la luna, no me puedo creer que estés en mi instituto. Mañana te traeré firmado nuestro primer single “Black Mary and her little lamb”. G —Ya se lo traeré yo, Epona, que tú siempre llegas tarde, no quiero ni imaginarme si encima tienes que acordarte de buscar el single. E —Yo no llego tarde. Solo fue un día que tuve que repasarme las raíces. Y hoy mi pintauñas estaba seco. G —Dejémosla hablar, la estamos atosigando. Todavía no ha dicho nada. L —Me… ehm… yo… Gracias chicas, me alegro de que os guste mi simblr, y de haberos conocido. Sois muy simpáticas. Tengo que volver a clase. E —¡Es verdad!, llegamos tarde a la siguiente. G —¿Eres nueva, Ludmila, estudias aquí?, ¡podremos ser hermanas! E —¡Sí, es genial!, soy hermana de Ludmila. G —Espera, Ludmila… verás, Epone y yo, vamos a hacer un rito de iniciación a la brujería este viernes. G —¿Vendrás con nosotras, verdad?, por favor, será interesante. Ya sabes… puede ser divertido. Sin ti no podremos hacerlo, no sería lo mismo. Me muero por ver tu estilismo. ¡Podemos ser brujas! L —Ah, brujas, que interesante, si... Estoy ocupada, yo… no sé, creo que… G —¿Ya tienes otro plan el viernes? L —Sí… tengo que... ir a un ritual de iniciación, a hacerme unas fotos para el simblr, y… G —¿A un ritual de iniciación? ¿Cómo el nuestro?, ¿ya tienes otro coven? L —Más o menos… G —¿Sabes lo qué se me acaba de ocurrir?, ¿Por qué no nos juntamos todas y hacemos el ritual juntas?, ¿qué te parece?. L —No, sabes, creo que prefiero ir con vosotras. Lo he pensado mejor, el otro coven no tiene tanto estilo, me gusta más el vuestro. Me parece que no es buena idea ir con esa gente tan sosa que no creen en lo que están haciendo. G —¡Genial!, entonces vendrás con nosotras, gracias. L —Sí. G —Mañana nos vemos aquí, para darte el enclave y hablar un poco del tema. Es estupendo, estoy tan nerviosa por haberte conocido, me gusta tu nuevo outfit. Siento lo de tu padre, eres auténtica Ludmila. ¿Por qué no te haces un canal de Simtube? L —Tengo que volver a clase. Gracias, sí, mañana… hablamos.Trágame tierra. Continuará… Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 30 dic 2016 Actualizo hoy, con algo de prisa, porque si no ya me tengo que esperar a dentro de 2 ó 3 días, y me entra el ansia de pensar que tengo capípulos preparados muertos de risa en sus carpetas, no sé, es una manía, me da como rabia no actualizar y dejar pasar días, tengo ganas de seguir contando la historia. Traigo novedades.Resulta que la personalidad de Ludmila es tan antisocial y apática, que ella misma ha decidido contratar a una narradora, para que sus capítulos no queden tan cortos y se entiendan mejor algunas cosas, que sin una narración serían difíciles de entender. Una putada para quien prefiera leer textos cortos y menos elaborados, por falta de tiempo, o porque para leer literatura prefiere ponerse con un libro hecho por un profesional, algo totalmente comprensible, y a los cuales, en el caso de que haya alguno leyendo este legacy, pediría que no gastase un segundo de su tiempo conmigo, y se pase por el resto de legados de otros usuarios, o que le eche un vistazo a la sección de historias, en caso de que no encuentre un legado que le guste o ya esté siguiendo otros. No es cuestión de obligar a nadie a leer mis mierdas. Sin más, procedo a la actualización, del legado pretencioso y de textos largos. Spoiler Son las 12:30 PM. El profesor de ciencias sociales da una charla a sus alumnos sobre diversos temas, cuando alguien hace un comentario sobre tecnología y su evolución. En ese instante suena la campana que anuncia el fin de la jornada estudiantil. Pero nuestro profesor, decide responder al comentario y dar a conocer su opinión al alumnado. —Es un tema interesante, esperad 5 minutos, no salgáis corriendo… mi opinión al respecto es muy sencilla. —Les rogaba el profesor. —La tecnología nos afecta negativamente, es una etapa obligada para las inteligencias mundanas, y esta etapa se relaciona con la contaminación mental, dado que el dominio de la electricidad conlleva la aparición de todo tipo de artefactos para la enajenación mental, y que sustraen a la conciencia de la comunión sensorial con su entorno cósmico. —Y eso es lo que opino al respecto de la electricidad y el avance de la tecnología. Quien esté interesado en el tema y quiera quedarse a comentar algo al respecto, puede hacerlo. —Decía el profesor en voz alta a sus alumnos, mientras algunos empezaban a levantarse de sus asientos, y la contaminación acústica de los pasillos, plagados de gente saliendo de otras aulas, empezaba a colarse en la clase, contaminando el ambiente. —No estoy de acuerdo. —Dijo tajante una joven levantándose de su asiento en primera fila, toda vestida de negro, con un extraño sombrero en la cabeza y gafas de sol, delgada y encorvada, atrayendo la atención de unos pocos que todavía no se habían alejado de sus asientos. A pesar de su excéntrico aspecto, nadie había reparado en ella hasta ese momento. —¿Alguien no está de acuerdo con mi exposición?, ya que tienes valor para decirlo, espero que lo tengas para saber expresarlo. Oh, tú eres la chica nueva… quieres empezar con fuerza. ¿Eras… Ludmila?. Adelante, ¿qué quieres decirnos?. —Respondió el profesor, al principio con un tono de sorpresa, que fue variando y convirtiéndose en uno más desafiante conforme avanzaba la frase. —Estoy a favor de su opinión, pero desde una mirada más optimista. —Explicó Ludmila, mientras la mayoría de sus compañeros se dirigían hacia la puerta para irse a sus casas. —Como usted ha dicho, es una etapa obligada, por un claro motivo, y ese es la necesidad. Si hay una necesidad, quiere decir que la electricidad y la tecnología nos aportan mucho de positivo, de lo contrario, no sería una necesidad. Partiendo de esa base, se me ocurren muchos ejemplos aplastantes que hacen que el avance tecnológico sea un milagro y un salvavidas en muchos ámbitos. —Respondió la alumna muy segura, justo después de volver a sentarse en su silla. —No solo afecta en la contaminación mental, no es todo alienación. Eso es solo la parte negativa, pero hay una inmensa parte positiva, de la que usted también se beneficia. Lo que dice es cierto, y tiene razón al expresarlo, pero se equivoca al decir que esa es su visión del asunto, ya que se trata de una visión cerrada y que omite mucha información. La próxima vez, no diga que por eso la tecnología es algo negativo, diga que esa es la parte negativa de los avances tecnológicos. Es solo un sutil detalle, que marca la diferencia entre “La tecnología es mala” y “Hay una parte mala en la tecnología”. —Prosiguió volviendo a levantarse. —¿No serás una espía disfrazada de nueva estudiante, verdad?. Jaja, perdona, la verdad es que no estoy acostumbrado a debatir con mis alumnos, no esperaba que alguien me replicase, me ha sorprendido bastante verte argumentar, no suele importarles un rábano nada de lo que les cuento, o dan por sentado que todo lo que yo diga es verdad y no se puede discutir, porque soy el profesor. —Le explicó animado y cercano el profesor, con un tono algo más humilde. —Siento haberme salido de la mecánica de sus clases, es un tema que me interesa. Y no, no soy una espía, aunque creo que no soy de aquí, siempre he sospechado algo… —No te preocupes Ludmila, me gusta la gente que piensa por sí misma. Es un tema de interés para todos hoy en día, pero esa es la prueba de lo que os explicaba, la gente ya no opina sobre lo que de verdad interesa, porque no les interesa opinar, solo opinan cuando quieren llamar la atención, o para cultivar una imagen de prepotentes irreverentes, como parte de la rebeldía. Nunca porque algo les afecte o les interese de verdad, no tienen pasión ni motivación por casi nada, la mayoría, no saben ni lo que quieren. Los niveles de alienación y contaminación mental pueden llegar a ser tan peligrosos, que lleguen a superar tus partes positivas. —Estoy de acuerdo, profesor. El proceso de evolución tarde o temprano nos llevará al declive, y de ahí, al fin o a la destrucción. Y esa es otra parte positiva del asunto. —Respondió Ludmila. —No te entiendo… ¿El paso anterior a la destrucción es algo positivo?. —Dijo el hombre consternado. —Sea sincero, cree que lo merecemos tanto como yo. Es inevitable, todo tiene un final, es ley de vida. Nos iremos a la mierda tarde o temprano, y el planeta se alegrará, el universo estará contento. Somos la peor plaga de la tierra. —Le espetó Ludmila con voz apasionada. —Jajajaja, he de reconocer que tu humor ácido tiene más gracia que la mayoría de soeces que dicen tus compañeros para hacerse los graciosos. —Respondió el hombre. —No es un chiste. Tenemos que desaparecer. Ojalá todos desaparecieran. —Sentenció seria la alumna. —¿Qué?, ¿cómo puedes desear que todos se mueran?, por supuesto que nos vamos a extinguir, pero no va a ser ahora, ni dentro de un año… —Respondió el profesor muy apurado. —Peor será el proceso, hasta llegar a la exterminación, sería preferible morir rápido. —Siguió murmurando la joven, mientras se alejaba del maestro en dirección a la salida. —Tienes razón. —Escucho Ludmila a sus espaldas, con voz masculina y alta. —¿Te llamas Ludmila?. Es verdad lo que has dicho, un cuchillo también puede ser peligroso, pero sin él no podríamos cortar la comida, eso no lo convierte en algo negativo. —Prosiguió el joven, acercándose a ella. —La tecnología, es muy necesaria, y a todos nos gusta. Estaba esperando a que salieras, quería decírtelo. —Continuó diciendo. —Está bien. —Respondió ella. —¿Tú quién eres?. —¿Estabas en mi clase?, no te había visto. —Le preguntó Ludmila. —Me llamo Ralph. Vamos juntos a varias clases, me he fijado en ti toda la mañana. Creo que he sido el único. —¿Eres… una especie de stalker, o algo así?, ¿espías a las chicas?. —Se apresuró a responderle Ludmila. —No, yo… no soy ningún rarito. No suelo fijarme en nadie. Me pareció que destacabas, parecías diferente, y eso es bueno, lo normal me aburre. La estrella que más brilla es la que más calienta. —Eso es muy profundo. —Respondió ella muy seria. —Oh, lo siento, no puedo evitarlo, es mi forma de ser, yo no quería molestarte. Solo ser tu amigo. —No, tranquilo, está bien, no pasa nada, no te justifiques… —De pronto, Ludmila, tras esas palabras, empezó a escuchar una segunda voz de Ralph, con la que hablaba de cómo sus compañeros se habían burlado de su hermana pequeña deficiente, y luego de él por ser más sensible que ellos. —Me gusta la gente sensible. Tu hermana es un amor, cuídala. —Dijo, emocionada. —¡Genial!. —Exclamó el muchacho mientras hacía el gesto de chocar los 5 con ella. —¡¿Conoces a mi hermanita?!. —Prosiguió. —Ehm… creo que… os vi el otro día en un sitio, y supuse que sería tu hermana. —Respondió Ludmila, tratando de salir del paso, pensando para sí misma que quizás podía escuchar los pensamientos de aquel compañero, y todo lo que había oído antes no eran más que las ideas que se cruzaban por su cabeza. —Eres increíble, ojalá pudiera pedirte una cita sin que pienses que quiero propasarme contigo, o que estoy desesperado. Nunca me había pasado con nadie, qué debo hacer, no quiero ir muy deprisa… es tan genial, y tan guapa.—Escuchó que pensaba Ralph. —Eres un encanto de chico, pero, yo… debo irme ya, van a cerrar el centro y nos vamos a quedar dentro. Jaja… —Le dijo Ludmila.—Oh, dios… es preciosa, no solo lista… —Prosiguió pensando el joven. —Vámonos, pero mañana nos hablamos. Si voy a perderte, prefiero quedarme encerrado contigo antes. Pero si vamos a seguir hablando, podemos irnos. Eres la primera persona que veo de la que podría ser amigo, y no pienso dejarte escapar. —Sentenció Ralph, moviendo el dedo índice en modo adoctrinador. —Está bien, no tengo inconveniente en hablarte mañana. —Respondió Ludmila. —Pocas horas más tarde, Ludmila planta las semillas que recogió del huerto que hay en el patio del instituto, ese en el que enseñan a los alumnos a cultivar sus propios productos y amar la tierra y la naturaleza, cosas del aula de ciencias naturales, la asignatura favorita de la joven bruja. Ludmila ama la naturaleza, siente una conexión muy fuerte con las plantas. Además, ese tipo de tareas tan sencillas y que no necesitan de una gran concentración le permiten pensar en sus cosas, recordar los últimos acontecimientos de su vida. Mimosamente cuida a sus brotes como si fueran mascotas, les habla y las mima, les canta porque sabe que las plantas reaccionan a estímulos musicales. Acelera su proceso de crecimiento con un pequeño hechizo, y es la sim más feliz de la tierra viendo cómo crecen sus pequeñas, con el mejor abono. Se lleva mejor con las plantas que con otros sims. De pronto escucha el ruido de la puerta de casa abriéndose, y los pasos de su madre acercándose hasta ella, sacándola de su abstracción y sus ensoñaciones. —Ahora puedo escuchar los pensamientos de la gente, mamá. —Le cuenta a Zenobia. —¿Por eso estás hoy tan alegre?. ¿Cuándo lo has descubierto, y de qué forma?, debe ser cuanto menos curioso, escuchar los pensamientos de los demás. —Le interroga su madre, muy interesada. —Ha sido hoy, en la escuela. He conocido a un compañero, parecía muy agradable y tierno, pero de pronto, estaba oyendo algo que no era su voz, decía cosas de una forma diferente. No tardé en deducir que serían sus pensamientos, y me gustó su forma de pensar. Siempre pensé que eran todos unos cerdos, menos mi padre, porque él era especial. Pero ese chico parece que también lo es. —Le explicó Ludmila emocionada. —Ah, ¿de verdad?... un joven… ¿te gusta ese muchacho?. —Se apresuró a preguntarle Zenobia a su hija, muy intrigada. —¡No lo sé, mamá, todavía no le conozco!, pero vamos a ser amigos... jaja… —Respondió Ludmila con tono jovial y jocoso. —Oh, bueno, ya sabes que tienes confianza para hablarme de cualquier tema. Si te enamoras de alguien, acuérdate de decírmelo, hija, no quiero que hagan daño a mi niña. Solo es eso, tenemos mucha confianza. —Trató de justificar Zenobia. —Pero mamá, ya no soy una niña, cumplo 15 dentro de un mes. ¿Y qué es eso de que tenemos confianza?, si pasamos meses sin hablarnos. —Le reprochó Ludmila. —Porque no lo necesitamos, hija, pero sabemos que hay confianza para hablar de lo que sea, si se tercia. No te sermoneo a diario porque te doy libertad, porque confío en ti, y sé que eres madura y no necesitas que te hable constantemente. Pero hay temas que no dependen solo de la madurez, si no que son difíciles de por sí, que te harán daño por muy madura que seas, y quiero estar allí para ayudarte y explicarte lo qué está pasando y que no te confundas. —Sentenció Zenobia. Al cabo de un rato, Ludmila estaba jugando con amigos de la red a uno de sus juegos favoritos, antes de irse a la cama. Distendida y concentrada en la partida. —¿Qué tal, Ludmila?. ¿Hablando con ese compañero de clase?. —Se acercó a preguntarle su madre. —No, mamá. Todavía no me he hecho tan amiga de él, no lo tengo agregado en ningún sitio. Estoy concentrada. —Ah, bueno, supongo que es inevitable que te acabes enamorando del único amigo que has tenido, aunque creo que eres muy joven, te queda mucha vida por delante, quizás deberías olvidarte de él, conocerás a mucha gente en el futuro, cuando seas mayor. Quizás sería mejor que no te hagas muy amiga de él. Con 14 años eres muy joven para enamorarte. —¿Qué te pasa, mamá?, por qué me hablas ahora de eso. ¡Estoy concentrada, haré lo que me de la gana!. —Refunfuñó Ludmila a su madre, algo alterada. Un rato después, las 2 se fueron a dormir con preocupación, Ludmila preocupada por la actitud de su madre, obsesionada con el chico al que su hija había conocido, y Zenobia preocupada por su hija. A la mañana siguiente se respiraba algo de tensión, aunque no demasiada como para tenerla en cuenta. Hasta que en ese ambiente, a Zenobia le pareció que era buen momento para soltar: —Acuérdate de lo que te dije anoche sobre ese chico, Ludmila. Lo digo por tu bien, créeme. —Vete a sudar y déjame en paz. —Le espetó cortante la heredera. Continuará… Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 30 dic 2016 Añadida foto reciente de Ludmila conociendo a Ralph al album familiar. Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 8 ene 2017 Spoiler Levedad del vacío —Aquella mañana el sol debía de estar más cerca de la tierra. O eso le gustaba pensar a la joven Ludmila por un breve momento. —¿Ludmila, en qué estás pensando?. —Le interrogaba Ralph, a la hora del descanso, sobre la terraza de uno de los edificios de la escuela. —¿Qué?... en nada en particular… —Se apresuró ella a responderle muy apurada. —Pues, para no ser nada, parecías abstraída. Te he pillado por sorpresa. —Claro, pensaba en algo, Ralph. Siempre lo hacemos sin darnos cuenta. Pero, no era nada importante, ya ni me acuerdo, lo de siempre, supongo… —Se excusó la joven. —¿Y qué es lo de siempre?. Perdona que te pregunte tanto, me produces curiosidad, y como no hablas, ni siquiera me has saludado, y llevabas un rato callada, como no te conozco no sé de qué hablarte. —Le insistió Ralph nervioso pero seguro. Ludmila sabe que debe de ser aburrido estar un rato en su compañía, para quienes no la conocen, porque ella no se aburre escuchando al silencio, no siente la presión de tener que llenarlo todo el tiempo con palabras vacías o con sensaciones fugaces y esporádicas igual de vacías. Pero con gente a la que todavía no conoce si siente a veces esa presión, esa sensación de que la otra persona si se está aburriendo, porque no entiende que ella no tiene problema al respecto, no le apuñala el silencio. De todas formas, no parecía ser ese el caso de Ralph, ya que lo de este muchacho es más afán de curiosidad y ganas de conocerla, que molestia por el silencio. —Lo de siempre es, que se acabe el mundo. Sería maravilloso. O que desaparecieran todos, de verdad me gustaría estar sola. Creo que pensaba en lo estúpidos que son los demás, y eso es lo que más me molesta, que ese pensamiento conlleva implícito que yo también soy igual de estúpida que ellos, porque somos iguales, y no puedo soportar saber que soy tan estúpida como ellos y que doy tanto asco como esa gente, porque hago cosas parecidas… ¿verdad qué es estúpido?. No sé cuántas veces he usado la palabra estúpido. —Le explicó la joven bruja a su nuevo amigo, con toda la serenidad y frialdad, como si fuera un discurso que tiene muy interiorizado y aprendido, y del que a su vez está muy convencida. —Jajaja, Ludmila, qué estás diciendo… no eres tan estúpida como ellos, tú al menos eres consciente de tu estupidez, ellos no van a serlo nunca. Si fueras tan estúpida como ellos, no lo sabrías, no te importaría serlo. No creo que seas como ellos. —Le replicó Ralph con énfasis. —Mira, Ludmila, a mi forma de verlo, puede acabarse el mundo, o… puede desatarse una guerra mundial entre las hormigas y los elefantes de circo. Imagínatelo. O puede amanecer una mañana sin cielo, porque se ha caído como un telón del teatro, y resulta que no éramos más que menos actores, títeres de alguien que ha manejado nuestros hilos durante siglos, quizás para él no eran más que días… o puede que… no pase nada, y todo siga como hasta ahora, pero me dejes demostrarte mi forma de ver el mundo, y todo cambie repentinamente. —Le continuó soltando el chico, con un tono cada vez más misterioso. —¡Vaya!, me has dejado otra vez sin habla… —Respondió Ludmila con la inexpresividad que caracteriza a sus palabras. —Sí, tengo mucha imaginación. Estando solo es fácil desarrollarla. —No creo que pase eso siempre… *suspiro*… ya me gustaría a mí tenerla. —Exclamó Ludmila resignada. —Llegué tarde al reparto de creatividad e imaginación. —Pero eres más inteligente y más realista que yo, y lo que más envidio de ti… más misteriosa. —Le consoló Ralph. —¿Misteriosa porque hablo poco?. No lo hago para parecer misteriosa, lo hago porque no tengo nada relevante que decir, y no me molesta el silencio, normalmente me gusta, salvo cuando estoy con alguien que se siente incómodo. —Te propongo un reto, Ludmila. A ver cuánto tiempo aguantamos sin hablar, y quién es el primero en romper el silencio. No vale tampoco reírse. —Ralph, ¡deja de hacerte el ingenioso!. —Empezamos, ¿lista?... 3, 2, 1, silencio. —Y permanecieron cerca de 15 minutos mirándose sin decir nada, tratando de mantener la entereza, evadiendo una posible tensión entre ambos, esperando a que sea el otro quien diga la primera palabra. Hasta que… —¡Hola, Ludmila!, esta tarde es la iniciación, ¿recuerdas el sitio?. —¡Claro, Epona!, allí estaré. —Estoy ansiosa por ver nuestros outfits. —¡Has perdido!. —Exclamó Ralph dirigiéndose a Ludmila. —Pero el juego consistía en no hablar entre nosotros. Teóricamente, el que acaba de perder eres tú. Epona estaba fuera del reto. —Se excusó la joven bruja. —¡Está bien!, eres de las que siempre tienen que ganar ellas. Ahora dime, chica lista, ya que te las sabes todas, se puede saber qué estamos haciendo aquí arriba en la terraza, yo nunca había venido a este sitio tan apartado, va a ser la hora de volver a clase y no vamos a llegar a tiempo. —Exclamaba Ralph un poco alterado. —Me gusta venir aquí. —Le respondió inexpresiva Ludmila. —¿Nunca os habéis preguntado para qué quieren todas esas máquinas que ocultan aquí arriba?. —¿Te refieres a los pcs retro?. —Dijo Ralph. —Solo son reliquias, las guardan como exposición, no sé qué piensas que van a hacer con eso… —Prosiguió. —¿Y por qué las exponen aquí arriba, en un sitio tan apartado, y bajo tanta seguridad?, ¿lo normal no sería tenerlos en la planta baja, en un lugar más accesible al público?. Si los dejan tan cerca del cielo es por algo. —Le respondió Ludmila con voz misteriosa. —Eh, sí… espera, esta mierda es buena… ¿crees que pretenden comunicarse con el espacio mediante esos trastos viejos?. ¿Eso es lo que insinúas, Ludmila?. —Le dijo Ralph con tono serio. —¿Por qué no?. —Replicó Ludmila. —Hay vida en otros planetas. No es muy normal tener toda esa maquinaria en un instituto, encima de una azotea. Mi madre trabaja en la NASA. Está claro que las autoridades del centro se relacionan con los extraterrestres. —Aquellas últimas palabras de la joven Wicca, produjeron una sonrisa en su nueva amiga Epona. —Jajaja… —Dijo Epona. —¡Eso es maravilloso, ni a mí se me habría ocurrido un argumento tan fantástico!. —Exclamó Ralph sorprendido. —Ralph, me cuesta mucho decirte esto, porque no soy de expresar mis sentimientos, pero, eres el único que me entiende. —Le soltó Ludmila, seguido de un tierno beso en los labios, bajo la atenta mirada del profesor de turno. —Chicos, llegáis tarde a clase. —Les advirtió el profesor. —Dejaos de tonterías, anda, ya tendréis tiempo para eso luego. —¿Te apetece que nos veamos este fin de semana, Ludmila?. —Aquella pregunta pilló por sorpresa a la joven, que no estaba acostumbrada a tener amigos, y se le hacía agobiante tener que prepararse y mentalizarse para un imprevisto con tan poco tiempo de antelación. —Ahm… no lo sé, no. No puedo. Tenía planes para todo el fin de semana, lo siento. De verdad. —Mintió nerviosa Ludmila. —Pues, nos vemos la semana que viene entonces, me acordaré de ti todo el fin de semana. —Aquella tarde era el aquelarre de iniciación que Gea y Epona habían planeado. Obviamente, no se trataba más que de un juego. Ninguna de esas dos chicas tenía la menor idea de brujería ni de cómo ser una bruja, pero por algún motivo, les atraía toda la parafernalia pagana. Hay niñas que sueñan con ser hadas, y otras niñas sueñan con ser brujas. Ludmila llegó la primera al sitio, la “iniciación” tendría lugar en los jardines y campos que rodean a una vieja casita abandonada y semiderruida a la que no podían llegar a pie, a Gea y Epona las iba a dejar juntas un bus, muy cerca de allí, pero Ludmila había llegado antes en el coche de su madre, ya que Zenobia conocía la condición de su hija, y nunca le decía que no a nada. Sacó un libro de su mochila, la cual dejó a resguardo dentro de la casita vieja, y se sentó donde pudo a leer mientras llegaban sus amigas. Al parecer llegaban algo tarde, Ludmila decidió esperarla fuera, salió a la parte trasera de la casa y vio que sus amigas ya habían estado allí antes, tenían altares preparados y la zona acondicionada para sus rituales. De pronto, escuchó voces y risas cercanas de chicas de su edad. Eran ellas, rodearon la casita y se acercaron al jardín en el que las estaba esperando Ludmila. —¡Hola, hermana Ludmila!. —Gritó Gea al verla, como si nadie pudiera oírla. —Hola chicas. —Respondió muy seria Ludmila. —Me encanta tu outfit, Ludmila. Es muy sexy. Aunque muy poco… ritual. Tenías que venir más auténtica. —¿Te has decolorado el pelo?. —Se apresuraron a atosigarla sus amigas wiccas. —Es una peluca, la pedí en una página de internet. La enseñaré en el nuevo haul que estoy a medio de preparar —Respondió Ludmila apagada. —Bueno, chicas, estamos todas fabulosas, ahora toca ritual. —Dijo Gea muy seria y con voz firme. —¡Oh, gran dama, siento tu poder, gran diosa!. Ven a mí, sí, mi señora, ven a mí… me ha elegido la primera —Recitaba Epona mientras entraba en una especie de trance auto inducido. —Unámonos, hermanas, para pedir a nuestros dioses paganos que nos den la fuerza que necesitamos, su poder en nuestras manos. —Proclamaba Gea alzando los brazos. Ludmila no podía evitar preguntarse qué clase de circo era ese. Nadie se convierte en bruja por decir unas oraciones y realizar danzas en grupo. De la misma forma que nadie se convierte en ángel por ir a rezar a una iglesia. De cualquier forma, eran sus amigas, y no quería romperles la ilusión. Tampoco pensaba que ellas realmente creyeran en lo que estaban haciendo, quizás era solo una forma de distraerse y buscar nuevas experiencias. Y prefirió mantenerse callada, y hacer como si ella también creyera que se iba a convertir en bruja después de aquel ritual. —Yemayá, La dama, madre eterna, estamos unidas en el círculo de la luna, escuchadnos, madre de la tierra y las aguas. —Repetían a coro sus amigas. —Oh Diosa interior; Oh Dios interior; Señora de la Luna, las Aguas y la Tierra; Señor de los Bosques y las Montañas; necesito sentir su presencia, necesito recordar que existen; ayúdenme a recordar sus lecciones; Muéstrenme la llave para abrir mi espiritualidad. ¡Benditos sean!. —Recitaba esta vez Gea en voz alta. —Benigna Diosa, tu que eres la reina de los Dioses, la lámpara de la noche, la creadora de todo lo que es salvaje y libre; madre de mujeres y hombres; compañera del Dios carnudo y protectora de toda la Wicca: ¡Desciende, rezo, con tu rayo de poder lunar aquí sobre mi círculo!. —Prosiguió Epona. —Creciente de los cielos estrellados, Floreada de la llanura fértil, Fluyente de los suspiros del océano, Bendecida de la lluvia suave; Escucha mi canto, Ábreme a tu luz mística, Despiértame a tus poderes plateados, ¡Acompáñame en mi rito sagrado!. —Gritaban las dos a coro, una vez más. —Somos las hijas de la luna. —Concluyó Gea, y se hizo un largo silencio. —Luego procedieron a leer La Rede wiccan. Y continuaron con una última oración de invocación a los elementos. —Aire, fuego, agua, tierra, elementos del nacimiento astral, los llamo ahora, vengan a mí. En el círculo debidamente formado seguro de maldición psíquica o arruinamiento, los llamo ahora, vengan a mí. Desde la cueva y el desierto, el mar y la colina, por la varita, el cuchillo, la copa y el pentáculo, los llamo ahora, vengan a mí, Esa es mi voluntad, ¡que así sea!. —Recitaba luego Gea muy convencida. —¿Ya hemos terminado?, ¿qué se supone que va a pasar ahora?. —Les preguntó Ludmila. —Que ya somos brujas. —Respondió Epona. —Bueno, en realidad no, solo nos hemos afiliado a la religión wicca formalmente. Es más serio que jugar a la Ouija, y no hay sustos. El poder nos vendrá con el tiempo, una no empieza a lanzar hechizos de un día para otro, hace falta un proceso de aprendizaje que… —¡Gea, me estoy elevando!, ¡estoy levitando!. —Le interrumpió Epona emocionada. —¿Cómo?... Oh, yo también, ¡somos brujas!, chicas, ya somos brujas, ¡esto es real!. —Proclamó Gea, siendo también elevada con el poder de la mente de Ludmila. —¿Entonces, podemos irnos ya?. —Preguntó Ludmila cansada. —Claro que sí, hermana Ludmila. Hasta el Lunes. Me muero por ver tu nuevo haul. Continuará… Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 8 ene 2017 Se me olvidaban unas ediciones que hice a 3 fotos del capítulo, que las pondré también en la página principal. La primera es la de mi firma. Spoiler Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 16 ene 2017 (editado) Spoiler Cupido muerto en bicicleta Meses después. —Ralph y Ludmila eran inseparables. Incluso habían empezado a salir juntos, ella conoció a su familia, y estaba a punto de presentarle cualquier día a su madre Zenobia. Ludmila al fin estaba radiante de felicidad, había dejado de ser tan antisocial, no pensaba tanto en el fin del mundo. Pero el destino es caprichoso. Y le gusta ponernos a prueba. Un día Ludmila dejó de escuchar los pensamientos de Ralph. —¿Ralph?, qué haces ahí tirado… —Su amigo del alma, su compañero, su primer amor, se desplomó una mañana cualquiera en un pasillo del instituto en el que estudiaban. —¡¡NOOO!!. ¡Ralph, despierta!. —Gritaba entre llantos. —No puede ser verdad, esto no está pasando. —Pero sí, pasó. Los médicos diagnosticaron un fulminante ataque al corazón. 2 Días después… —Hi, lunáticos. Bienvenidos todos a mi tercer vlog en directo. —Saludaba una melancólica y fría Ludmila a los subscriptores de su canal de vídeos. —¿De qué queréis que hable?. —Les preguntaba escuetamente. —No, no voy a hacer eso, no voy a enseñar nada. Dejad de pedirlo, nunca os respondo. —Le recriminó a un troll que le pedía que enseñara el pecho. —¿Alguna pregunta interesante? —Ahá, sí, Fhara_M, me gusta el espacio, examino siempre el cielo nocturno. De hecho… un momento, os enseñaré una cosa… —Este es mi cuadro favorito, está cerca de mi cama. Lo captó mi madre. —Continuaba diciendo, mientras enfocaba a un cuadro del espacio que tenía en la habitación. —Los fans empezaron a escribir palabras de ánimo para Ludmila, conocedores del trágico suceso de hacía un par de días. La veían más animada que el primer día, en el que se grabó llorando desconsoladamente, mientras enseñaba unos carteles que ella misma escribió contando lo que había sucedido. —Muchas gracias por vuestro apoyo, no sé qué haría sin vosotros. No puedo llevarme la cam, pero vais a escuchar cómo cuido mis plantas. Ellas son lo único que tengo. —Les haré fotos y podréis ver lo floridas y espléndidas que están. —Les contaba, mientras agarraba con mimo sus vivas flores. Los días pasaban —Nuestra bruja adolescente, henchida de soledad, ansiaba respuestas reales. La vida le debía algo. La naturaleza, que era su reino y su catedral, estaba en deuda con ella. Quería entender, quería saber por qué todos a los que amaba se marchaban. La naturaleza no respondía. La ley es la ley, no se puede cuestionar el ciclo de la vida, porque es inalterable e incuestionable. La naturaleza es tan implacable como el hombre. —Hi, lunáticos. Bienvenidos a otro directo. A ver, qué decís… ¿se me ve ya?. Sí, es una peluca, en el vídeo del haul está el enlace a la tienda. ¿Qué os pasa hoy, por qué estáis tan revolucionados?... uhm, ya estamos otra vez con el debate de las mujeres en simtube. Que pesaditos... ¿No os cansais de ser vosotros y de decir tanta bobería?. —Sois idiotas, parecéis críos. ¡No, no quiero mearte en la cara, Pampito5000!. He ido a mear hace 10 minutos. ¿Pero qué dices, MorcillaRota?, no me van esas cosas… Gente, tengo que dejaros, cancelamos el directo hasta otro día, me está entrando sueño… Gracias, Clon-G, buena respuesta. Clon-G, háblame un rato por privado, si te apetece, o por TS. He dicho, Clon-G, significa que solo él. —Otro día vacío y sin sentido. —Pensaba para sí misma una mañana cualquiera, mientras preparaba un buen desayuno. —Me gustaría encontrarme, quién soy, qué hago aquí, qué importancia tiene nada, dónde están las respuestas, respuestas, respuestas, respuestas… respuestas… —Repetía de forma obsesiva en su cabeza. —Buenos días, Ludmi, mi amor. —La saludó Zenobia. —¿Para quién lo serán?. ¿Mi amor?, ¿mi amor?... Si alguna vez conozco a Cupido, le escupiré en la cara, igual que me dan ganas de hacerte a ti. —Respondió Ludmila cargada de odio y frialdad. —Perdiste a tu esposo, y parece que se te ha olvidado quién era, o si tenías un esposo. —Prosiguió. —Oh, no seas dura conmigo, hija. Soy tu madre. Lo de tu padre ocurrió hace muchos años, el tiempo cura cualquier herida, la madurez te enseña a relativizar las cosas. Deberías de pedirme ayuda para superar los problemas, no encerrarte en tu caparazón y odiar a todo el mundo. Sabes que no podemos pasarnos la vida lamentándonos y torturándonos recordando algo que ocurrió mucho tiempo atrás. Pero tú sigues hablando de ello como si fuera reciente, no creas que no te oigo hablar cuando haces tus vídeos. Sé más de ti de lo que tú crees, Ludmila. —Le sermoneó su madre. —Solo por eso, deberías estar interesada en hablar hoy conmigo. Una madre siempre conoce todas las respuestas, hemos andado ya esos caminos que son nuevos para nuestros hijos. —Prosiguió explicándole. —Vale, mamá, venga… larga. Vamos, suelta esa información. ¿Has dicho que conoces todas las respuestas, no?, pues dale, sorpréndeme. —Le apuró ansiosa. —Hay algo que nunca te contamos, porque tu padre consideró que sería mejor que no lo supieras hasta que pudieras entenderlo, porque quizás no te enamorabas nunca y no tenías por qué descubrirlo. —Le adelantó Zenobia, poniéndola en situación. —Hija, siento decirte esto, pero tu brujería conlleva también una maldición… todos los hombres que se enamoren de ti, morirán, irremediablemente. Lo siento mucho, créeme que sé por lo que estás pasando, he pasado por lo mismo. Sé que tu vida ahora mismo se derrumba, y no le ves sentido a nada, pero con el tiempo se lo encontrarás, hallarás las respuestas que te faltan, te lo aseguro. Tu padre, que en paz descanse, me contó que es algo que solo heredan las mujeres que porten su misma línea de sangre, y que también heredarán tus hijas, pero no las hijas de tus hijos. —Le explicó despacio su madre. —Voy a vestirme, Ludmila, te dejo pensar en ello, tienes todo un fin de semana para hacerlo. —Prosiguió diciendo mientras se levantaba de la mesa. Ludmila dejó el desayuno sobre el plato, escuchando a su madre de fondo preparándose para salir a trabajar. Y permaneció en silencio 20 minutos, con la mente dando vueltas en otra dimensión, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. No fue hasta entonces que se percató de que estaba sola, y de que la vida continuaba, volvió a llevarse el desayuno a la boca, y dijo en voz baja: —Mis plantas. —¿Queréis ver cómo les canto mientras las riego, ahora que ya puedo hacer los vlogs con el móvil?... —Hoy hace un buen día para morir, mis lunáticos. Continuará... Fotos para el album, y curiosidades (con spoiler, mirar después del capítulo): Spoiler Zenobia con su ropa de astronauta. R.I.P. Editado 16 ene 2017 por Druga Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 22 ene 2017 Especial, fotos de la casa. Las iba a poner en el próximo capítulo, pero como iban a ser muchas fotos y me aburro los Domingos... aquí van unas fotos de cómo van dejando la casa, aunque al tener pocos recursos no me decido y no paro de cambiar cosas o de moverlas, ya estoy planteándome empezar otra planta arriba y mover allí el dormitorio de Ludmila, porque en mitad de la casa dentro del salón... siendo de una adolescente, como que no me cuadra mucho. Si viviera sola si, pero en una casa familiar, tener el cuarto de los hijos ahí enmedio, dentro del salón... como que no. Esto es muy provisional. Spoiler Hay un pequeño easter egg en la pared de la cocina. Pero es imposible que alguien lo pille, porque nadie puede imaginarse lo que va a pasar en un par de capis. Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 23 ene 2017 Spoiler Aquí había un tonto (A Fool There Was) 2 Días después… — En este invierno hay un sol de justicia. El frío quema y casi pareciera verano, y los sentidos sofocados llegan al cenit de su decadencia. Este invierno, que bien podría ser primavera, cantan las criaturas de la inocencia, que la vida es larga y dura, a diferencia de lo que pensaban los antiguos, que la veían corta y flácida, por eso creían que debían hacer ciertas cosas para darle sentido y hacerla más dura, antes de morir. Yo ya sabía que la vida era larga, cuando era una niña anciana, y ya soñaba con cuchillas y desvanecimientos. Afortunadamente, ya no me importa como entonces, ya no busco el último beso de partida. Desde que empezó mi cura de crisálida, en este invierno que bien podría ser un sueño de verano. Desde que escucho cantar a la inocencia, y mi decrepitud la interroga y busca respuestas. Desde que soy más consciente de la longitud, y de la latitud de una vida, y me escandalizo, como la anciana que ve a su nieto tocarse con vídeos de hentai gore, como si nunca antes hubiera sentido, como si nunca hubiera sabido del placer ni de la perversidad, como si esa fuera la única, como si la vida fuera una nieta virgen y canonizada, no admito su osadía. La perversidad de la vida, consiste en su longitud, pero, por ello jugamos con ventaja. Tenemos más tiempo para pensar, en mil formas positivas de verlo, para curarnos de muerte, y seguir alargando la perversidad. —Divagaba Ludmila frente al monitor del pc. —Un momento, alguien se ha colado en el TS. —Proseguía, interrumpiendo sus reflexiones frente a sus seguidores. —Alguien se había colado en la conversación, diciendo… —Ey, mamita, estás bien paliducha, pero mami, de todas formas estás bien rica… —¿Hijo?... —Le respondió Ludmila, con tono irónico. —¿Puedes llamarme madre?, porque esa forma de referirte a mí suena un poco… calentona, como sexy. ¿Tienes problemas maternales?. Podemos hablar de ello, si quieres. —Continuó diciéndole. —Nah, déjalo, me colé en tu streaming solo para decir eso. Ya me iba. —Reculó el intruso. —Ah, que pena, pensaba que me amabas, porque es lo que parecía, te estabas declarando. Pero no era cierto, lo hacías solo para llamar la atención. —Le recriminó Ludmila con tono irónico. —Bueno, si quieres… —Respondió el muchacho. —¡No era cierto, por qué engañas a las chicas diciendo esas cosas! ¿para parecer valiente?. Pues en realidad eres un mentiroso y un gilipollas. ¡Boom!, destrozo a tu ego masculino. —Se encaró Ludmila. —¡Oooohh!, chica mala, como me gustan, ¿quieres casarte conmigo?. —Soltó el intruso, en tono de broma. —Sí. —Le respondió ella tajante —¿Qué?, ah, ¿qué si?... ok, ya me iba. Chao. —Se despidió temeroso y confundido. —No voy a seguir hablando, Lunáticos, se corta el streaming de hoy. Al día siguiente —El timbre de la puerta sonó aquella noche. —¡¿Puedes abrir, Ludmi?! —¿Quién sois?. —Preguntó Ludmila, bajando las escaleras del porche, dirigiéndose a los 2 chicos que se hallaban allí. —¡Buen culo!. —Gritó uno de ellos al verla pasar. —Gracias, voy al gimnasio. —Respondió ella. —¿Qué queréis? —Ey, Ludmila, ¿me das tu número?. Te conozco del instituto. —Le soltó el otro. —¡Claro!... —Dijo ella. —¿Sí? ¿de verdad?... —Déjame tu teléfono. —Le exigió Ludmila. —No, ¿para qué?. Tengo la agenda llena de chicas. —Respondió el rubio —¿Y para qué quieres una más?. —Exclamó ella. —¿Tú nunca sonríes?. Puedes reirte, mujer —Prosiguió diciéndole el chico. —Di algo divertido. —Le espetó Ludmila. —Wooh wooh… —Exclamó su amigo con el pelo de afro, mientras se giraba para irse sin decir nada. —¿Por qué eres tan borde, Ludmila?, ¿es por qué soy feo?. —Dijo el otro chico con gesto de lástima. —¡¿Yo soy borde?!. —Gritó ella con cara de sorprendida. —Sois vosotros quienes han venido a mi casa y me han empezado a increpar. —No me gustan los mulatos con afro. —Siguió explicándose Ludmila. —Bueno, él ya se ha ido… —Le interpeló el rubio. —Ni los rubios feos con ropa de niña. —Prosiguió ella, mientras él se acercaba tratando de agarrarla. —Vamos, Ludmila. Sé que lo has pasado mal porque se murió tu novio el teletabie. Quiero ayudarte. —¿Ayudas a todas las chicas que ves? —Le preguntó Ludmila mientras se apartaba de él. —¡Solo a las que quieres follarte!. —Exclamó mientras se resistía a dejarse agarrar. —Ludmila, tienes razón, perdona… de verdad que me gustas, tienes carácter, me gustan las locas como tú. —Suplicaba el muchacho abalanzándose sobre ella, a lo que Ludmila respondió con un empujón que lo hizo retroceder, y el chico cayó al suelo. —Lárgate de aquí, idiota, no me estoy haciendo la dura. Lo que haces es ilegal. —Que bonitas piernas, Ludmila. —Decía el chico acariciándole la pierna. —Lárgate o llamo a la policía. —Le respondió ella, apunto de darle un puntapié. —¿No puedo estar por aquí?, no hago nada, solo verte, bella Ludmila. No me importa arrastrarme por ti. —Ludmila, no te sientas culpable por la muerte de aquel chico con el que salías. Tú no sabías nada. —Pero él murió de todas formas, mamá. —La vida es así, no hay rosas sin espinas. Al menos no morirás sin haber conocido el amor, como la pobre de tu abuela. —Menudo consuelo… —Todos vamos a morir. Tú no eras consciente, no pudo ser culpa tuya. Ya verás, date tiempo. —Ludmila continuaba con su rutina de hacer vídeos. Sin dejar de lado sus otras redes sociales. Y mimando sus plantas a diario. —Voy a hablar por teléfono… —¡Ludmila, mañana es el viaje del trabajo del que te hablé!. —Decía Zenobia, pensando para sí misma lo raro que le resultaba escuchar a su hija hablar por teléfono. —¿Clon-G?, sí, dime. ¿Mañana?, bien. —Le exclamaba Ludmila al aparato. La conversación acabó pronto, y nuestra heredera fue a ponerse cómoda y a prepararse para ir a la cama. Pero en ese momento se le abalanzó su madre con intención de abrazarla. —¿Estás mejor, Ludmila?. —Sí. —Tienes que ser fuerte, hija. Estaré fuera un par de días, no me gusta tener que hacerlo, pero estoy obligada. —Plántale cara a la vida. —Exclamó enérgica Zenobia, con un gesto de ánimo hacia Ludmila. —Y te ganarás el respeto de la muerte. —Dijo su hija como si continuase la frase de su madre. —Eso es. Te veo más contenta, hija. —Estoy empezando a ver las respuestas. No te preocupes, estaré bien.—Asintió Ludmila muy convencida. —Ya sé cuidarme. Continuará… Quedan un par de capítulos para que pase algo muy... jejeje. Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 31 ene 2017 (editado) Spoiler Mecanismo de las mariposas. El fin de los sueños. (Mecanismo onírico) —Gareth, levanta. —Dijo con brusquedad Teri, que era de esas personas que reaccionaban con agresividad ante los imprevistos. Claramente nerviosa y desconcertada, no dejaba de moverse por las habitaciones del apartamento en el que vivía con su hermano, como una polilla que va de habitación en habitación buscando un foco de luz, y de paso, tirando algunos elementos pequeños, de las lejas y mesas al suelo. Entretanto, Gareth, trataba de abrir los ojos, harto del carácter de su hermana. Maldiciendo internamente la incomodidad de su cama, la misma sobre la que había dormido desde que tenía tres años. —¡Joder, Gareth, despierta de una puta vez!. —Exclamó Teri a su hermano, cada vez más alterada. —¿Cuál es tu problema, Teri?. —Replicó el chico de 20 años, dejando que sus ojos se acostumbrasen a la luz que entraba por la puerta entreabierta de su cuarto, el que años atrás, había compartido con su hermana. —La muchacha volvió a entrar a la habitación y le espetó: —La bomba atómica, el fin de los días, a la mierda todo, Gareth. Y tú durmiendo. Por cierto, ¿has dormido otra vez vestido?. El día anterior. Ludmila hablaba por teléfono con su madre; que está fuera de viaje laboral, visitando unas instalaciones en otra ciudad, a muchos kilómetros de allí. Y como buena madre protectora, necesita asegurarse de que todo marcha bien en su hogar, sobre todo si su hija de 17 años está sola. —Sí, mamá. Ya he cenado. Sí, está todo bien, tranquilízate. No, no han llamado los mormones a la puerta. —A la espera de recibir una peluca turquesa que encargó en la red, su forma de vestir, a simple vista, era la de una joven algo alternativa, con faldas en tonos oscuros de estilo bohemio, con tops y camisetas extremas y desestructuradas, o muy largas o muy cortas, con formas originales, con dibujos y estampados de símbolos paganos o frases polémicas, ropa cómoda ante todo, pero que a veces hacía incomodar a los más correctos, también recurría mucho al color negro, aunque a veces le gustaba usar prendas o detalles tornasolados, o con pequeños hologramas. Además, era una apasionada de los complementos raros y los colgantes largos, gargantillas pequeñas ajustadas al cuello, y los zapatos grandes y con plataforma. Aunque no es nada que no sepamos a estas alturas. —Sí mamá, me acostaré pronto. Pero primero déjame ver un poco la tele. —Aunque, en los últimos años, hacía quizás un par, su madre se estaba empezando a preocupar, porque Ludmila se había vuelto un poco borde, no solo con los desconocidos, si no a veces también con su propia familia, y empezaba a tener un comportamiento más descarado y sinvergüenza de lo normal, que no encajaba con la chica dócil y cariñosa que ella creía tener como hija, tenía miedo de que la red fuera una mala influencia para ella, porque no era consciente de que ese tipo de influencias podían estar en todas partes. A decir verdad, su madre tenía mucho miedo, vivía aterrada por la educación de su hija, obsesionada con el equilibrio entre protegerla pero sin sobrepasar la línea de la intimidad y la libertad personal. —Y yo a ti. Buenas noches, mamá. Un besito. —Colgó el teléfono y se levantó del sofá estirando las piernas. Mientras susurraba para sí misma, tras un corto suspiro — Como mola estar sola en casa. —Se encaminó hacia la cocina, encendió la luz con tardanza, mientras sacaba zumos y bebidas del frigo, un par de vasos, y empezó a buscar en los armarios hasta dar con unas bolsas de snacks y aperitivos de diversos sabores. Mientras colocaba todo en una bandeja canturreando una de sus canciones favoritas, sonó el timbre de la casa. —¡Quién es!... —Preguntó Ludmila gritando a la puerta, con voz cantarina y bromista, casi burlona. —Soy Clon. —Le respondió una voz masculina pero joven, seria y apática, desde el otro lado, y sonando a la vez algo dubitativa. Ludmila rio y abrió la puerta con naturalidad, corriendo primero todos los pestillos. —¡Hola Clon-G!. —Exclamó la joven wicca, con un tono alegre, mientras invitaba a pasar al visitante. —¿Estás nervioso?. —Se apresuró a preguntarle, mientras se adentraban en la casa. —No. —Respondió el muchacho, pretendiendo sonar tajante, y con gesto de desagrado. —Ah, bueno. Si quieres podemos ver algo, no sé si te gusta el cine, o si prefieres hacer otra cosa… ya sabes, puedes proponer tú también algo. —Propuso Ludmila. —El chico agachó la cabeza mientras se acercaba al sofá, y la agitó afirmando que una película estaría bien. —Vaya, nunca pensé que llegaría a conocer a alguien con la piel más blanca que la mía. —Comentaba Ludmila mientras acercaba la bandeja con todo lo que había preparado antes a la mesita, que estaba a escasos metros de la cocina, la cual era abierta y lindaba con el salón. El chico reprimió un comentario sarcástico hacia ella, y se concentró en los títulos de la película. Hasta que Leonor le preguntó su nombre, puesto que solo conocía su apodo de internet. —Me llamo Gareth. —Le respondió él. La película terminó, y los refrescos habían sido sustituidos por latas de cerveza que se desparramaban por la mesita, y charlaban animadamente. —Que raro que haya quedado contigo, Ludmila. —¿Por qué?. —Preguntó ella. —No sé, una chica como tú… es raro que nos hayamos conocido. —Le respondió Gareth. —No sé qué tiene de raro, me hizo gracia tu comentario sarcástico en mi haul de ropa del mes pasado, porque estoy harta de los que dicen que a las que hacemos hauls no hay que tomarnos en serio, y tú les diste en el morro. Por eso hablé contigo, y quise conocerte, porque me pareces simpático. No eres el típico tonto que piensa que las chicas no tenemos que hacernos notar en la red. —Le explicó ella. —Serás la primera persona a la que se lo parezco. Claro que tú, eres una de esas locas de simblr… ¿cómo os llaman?, ¿nu goths?. No eres como cualquier chica. —Soy wiccan. Y desde hace unos días, vegana. —Se apresuró a corregirle la muchacha, con tono bromista y una sonrisa. —Ah, sí... Brujas, modernas, con cuenta en Simstagran. —¡Adoradoras de la naturaleza!. —Le gritó Ludmila, levantándose torpemente del sofá. Transcurridos unos silenciosos segundos, se volvió a sentar. —Que pena que mañana haya escuela. —Dijo resignada. —¿A ti tampoco te gusta? —Le preguntó Gareth. —No mucho. Es aburrido, y cada vez hay más idiotas. Antes me gustaba, pero últimamente, me desespera ir a clase. Creo, que he visto la verdad. —Yo lo odio. No soporto a nadie. Son todos imbéciles, sin corazón. Y rara vez aprendo algo. —Se sinceró Gareth. —Yo a veces siento que nadie me entiende. —Dijo ella. —A mí tampoco. No tengo a nadie. —Confesó él. —¿No tienes padres?, ¿ni amigos?. —Se apresuró a preguntar Ludmila. —No. Vivo con mi hermana, la odio. —Tras esas declaraciones, se hizo un silencio incómodo. Hasta que Ludmila decidió hablar. —No creas que me ha afectado el alcohol, pero… hay algo que nunca le he contado a nadie. —¿Qué es?. —Preguntó el chico. —Mi madre es una alienígena. —Respondió Ludmila muy seria. —¿Qué?... —Exclamó muy confundido Gareth. —Nunca supo quién era su padre, mi abuela estuvo en un psiquiátrico, por hablar demasiado. Fue abducida. —Trató de explicar ella, pretendiendo que la tomase en serio. —Entonces, ¿tú eres mitad alienígena?, jajaja… —No lo sé. Puede ser. Tengo algunos poderes, Gareth. —¿Cómo cuáles, hacer buenos hauls? —Creo que he heredado algún tipo de conexión neuronal con ellos, saben en todo momento cómo me siento, saben si soy feliz, o no. —Trató de explicarle muy seria. —¿Cómo una especie de telepatía?. —Preguntó él. —Sí. Les llegan nuestras señales, las mías y las de mi madre. —Eso es alucinante, Ludmila. —Concluyó Gareth. —No he sido muy feliz últimamente, Gareth. —Te entiendo. Yo tampoco. ¿Y ellos lo saben?. —Claro. Por eso estoy tan asustada últimamente, no sé cómo puede afectar eso. —Un momento, ¿a qué te refieres?. — Dijo él contrariado. —No lo sé. Ah, el alcohol, me está dando un sueño terrible… soy incapaz de mantener los ojos abiertos. —Respondió Ludmila. —Será mejor que me vaya, mañana tenemos que madrugar. ¿Te acompaño antes a la cama?... quiero decir, si necesitas ayuda, para llegar allí sana y salva. —No, tranquilo, controlo el equilibrio. Mañana hablamos. —Hasta mañana, Ludmila. Continuará... En el próximo capítulo ocurrirá algo muy wtf!. Todos quedaremos con el ojete torcio. Editado 26 feb 2017 por Druga Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 26 feb 2017 (editado) El último capítulo que tenía adelantado desde hace semanas. Spoiler Mecanismo de las mariposas II La verdad (Mecanismo consecuente) —Ludmila llegó sana y salva a su recién estrenada cama, se dejó caer como si de un tronco se tratase, y cerró los ojos susurrando.—Buenas noches sol, buenas noches luna, buenas noches estrellas, soñaré con alcanzar alguna de ellas. —Y al tiempo en que terminaba de pronunciar esas palabras, caía dormida. Escasos minutos después, vibró su teléfono móvil, era un whatsapp de su madre que decía:<<Cariño, ¿allí también lo habéis sentido?, ¿ha llegado hasta allí?. No salgas de casa hasta que vuelva, no vayas a la escuela>>. A la mañana siguiente, la actualidad. — Oh, joder… se me ha hecho tarde… ¿dónde está mi bandolera?. Creo que no desayunaré. — Decía en voz alta Ludmila, muy apurada. Y se apresuró por las escaleras hacia la planta baja. — Que tranquilo está todo. Hay mucho silencio, ¿habrá pasado algo?. — Refunfuñaba mientras bajaba a saltos los escalones. Al llegar a la planta baja, se lanzó hacia la puerta de un salto agarrando con determinación el picaporte, y con la otra mano soltando todos los pestillos. Giró la manivela y abrió con dificultad, dejando entrar del exterior un enorme y apabullante torrente de luz blanca, cegadora, acompañada de un zumbido ensordecedor, que le hizo cerrar de golpe la puerta sin poder salir. — ¡Oh, dios mío!, ¡qué coño era eso!... qué… casi me quedo ciega. No sabía que los efectos de la resaca fueran tan fuertes. ¡Tampoco bebí tanto!. Tengo que calmarme. Piensa, Ludmila, piensa... habrá sido mi imaginación, será lo típico por estar tanto tiempo dentro de casa, el sol me ha deslumbrado, solo es eso. Abriré de nuevo, seguro que ya no me afecta tanto. — Volvió a abrir la puerta de su casa, pero esta vez, no pasó nada raro. Salvo que al echar un vistazo hacia fuera, no se veía a nadie. Salió despacio y centrada, echando vistazos a su alrededor, revisando bien todos los frentes. Caminó lenta por el jardín de su casa. — Que raro. No hay ni un alma en la calle. —Pensó para sí misma. — No hay nadie. ¡HOLA!. — Gritó Ludmila. —¡Buenos días!. —Insistió asustada. —¿Qué está pasando?. No se escucha ni un pájaro. Esto es muy raro. — Se posicionó en mitad de la carretera, mirando al horizonte, segura de que ningún coche iba a pasar por allí. —¿Dónde están todos esos hijos de puta?, los vecinos, a esta hora tendría que pasar por aquí el cartero, personas conduciendo, toda esa gente que suele ir a alguna parte por las mañanas, señoras haciendo la compra, hombres de negocios de camino a alguna de sus gestiones diarias, trabajadores moviéndose de aquí para allá, niños en las escuelas… ¿qué está pasando?. ¿A dónde han ido todos?. ¿Estaré soñando?. — Pensaba mientras seguía mirando la carretera perderse en el horizonte vacío. — Creo que volveré a casa. Tanto silencio no es normal. —Terminó diciendo. Gareth, 21 años, alto, ligeramente fornido, piel blanca nuclear, o blanco de luz de monitor. Cabello castaño, algo más rojizo o color teja cuando le da el sol de lleno, pelo enmarañado y revuelto tras años sin conocer un peine, y largo por media cabeza. Tendencia a vestir con sudaderas o jerséis oscuros y vaqueros, suponiendo que tenga que salir a la calle, pero para estar en casa usa camisetas frikis y pantalones de chándal, suele ir descalzo y con calcetines en invierno, pero no se quita sus botas en todo el verano. Mirada pilla, aunque a veces fría, y tendencia a mirar hacia el suelo. Se incorporó de la cama y salió caminando decidido, detrás de su hermana. —¿De qué estás hablando, Teri?, para bomba la que…. —Dejó de hablar y se detuvo contrariado al llegar a la cocina del apartamento. —¿No has encendido la radio?. —Le preguntó sorprendido a su hermana. —No funciona, lelo. ¿Me crees ahora?. Tampoco va la televisión, ni la mayoría de aparatos eléctricos. —Respondió la chica, mientras guardaba la tostadora en un armario. —Teri, ¿qué hora es? ¿por qué no has ido al trabajo?. —¿Crees que no lo he intentado, Gareth?, primero no funcionaba el ascensor, y he tardado más en bajar, luego no iba la puerta del garaje. Y me he dado cuenta de que no había nadie en la calle, estaba literalmente vacía. Tras 10 minutos intentando entrar al garaje, me he ido a buscar un coche, o a la parada del bus, algo que pudiera llevarme al trabajo, aunque fuera en burro. Pero nada, ni un alma. Todo estaba literalmente desierto. Lo único que podía hacer era robar un coche de la calle, y llegar en él tarde al trabajo. —¡¿Qué?!, pero qué me estás contando. —Dijo el hermano llevándose las manos a la cara, mientras se sentaba en el sofá viejo del salón. —¿Sigo dormido?. —En ese instante Teri le lanzó el transistor a traición golpeándole en la cara. —¡Au!. —Exclamó Gareth. —Parece ser que no, estás despierto. —Le gritó su hermana desde la cocina. —¿Hermano, qué estuviste haciendo anoche para acostarte tan tarde?, ¿lo de siempre, jugar a videojuegos, o solo navegaste por la red?. —¡Déjame en paz, Teri, yo no critico a los peleles que te echas de novios!. —Gritó él, mientras se levantaba del sofá con furia y se dirigía al balcón. Y al salir, quedó sorprendido con el silencio y el vacío que había en la calle. ¿Dónde estaba todo el mundo?. Boquiabierto, se esforzó por comprobar las ventanas de los vecinos, ¿acaso no habían salido de sus casas?. Pero no consiguió ver a nadie tampoco. Ni un coche, ni un perro ladrando, ni los gatos buscando comida, ni gente paseando. Se dibujó una expresión de angustia en su rostro y entró disparado de nuevo en casa, corrió por el salón, atravesó el pasillo en 2 segundos y se cruzó con Teri, que le interceptó. —¿A dónde vas?. —Preguntó la hermana. —¿Funciona internet?. —Se apresuró a soltar muy nervioso. —No lo sé, no lo he mirado. Pero seguro que no. —Respondió ella. Continuará... Editado 27 feb 2017 por Druga Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 3 jul 2017 (editado) Bueno, como he vuelto con la historia, retomo también esto, que yo lo disfrutaba cada vez más, y no pienso dejarlo nunca porque tengo tema para rato y quiero terminar por primera vez un legado, y este me está encantando. Spoiler La extraña levedad de la realidad. (Mecanismo místico). —¿Ha sido una bomba, Teri?. —No lo sé, Gareth. Ahora tengo tanta información como tú. —¿Y por qué has dicho eso antes?, que había sido una bomba atómica o algo así. —Yo qué sé tonto, estaba nerviosa. Y algo así habrá sido, ¿no?. —No, una bomba habría dejado huellas, estaría todo hecho escombros, no hacen desaparecer a la gente sin más, como por arte de magia. —Discutían los hermanos en su apartamento familiar, frustrados por la ignorancia. —Quizás haya sido la onda expansiva. No lo sabemos. Eso no importa, lo que importa es encontrar a alguien. —Dijo Teri con tono maternal. —Ve tú a buscarlo. —Respondió su hermano con tono seco. —¿Y tú qué vas a hacer?. —Le preguntó ella. —No lo sé, librarme de ti un momento. Revisaré todo, para ver si algo funciona, o si descubro algo más. Y si tengo tiempo, quizás vaya andando al instituto, por curiosidad. —Le explicó Gareth agobiado. —Ja. ¿Andando al instituto?, nunca has querido ir ni en bus, merluzo, cómo vas a ir andando tan lejos... —Pocas horas más tarde, Gareth se armó de valor y se encaminó hacia el instituto, sin internet no tenía nada que hacer en su casa, fue dando una larga caminata, todavía incrédulo con lo que estaba pasando. Cuando cerca de su destino, vislumbró a alguien apartándose de la carretera. —¡Ludmila!. —¿Gareth, qué haces tú aquí?. —Ehm, te iba a preguntar lo mismo. Llevo media hora caminando, iba al instituto, es el que está a unas 4 manzanas de aquí, y eres el primer ser vivo que me cruzo. —Le explicó el chico muy apurado. —Ah. Esto es muy fuerte, ¿verdad?. Yo estaba volviendo a mi casa, también pensaba ir al instituto, pero no sé cómo, me he levantado tarde, y no tengo dinero para pedir un taxi… tampoco sé si habrá taxis, la calle está muy desierta, parece un cementerio. ¿Quieres que vayamos juntos?, podemos ir al tuyo, está más cerca. —Propuso Ludmila con tono serio. —¿Y crees que habrá alguien allí, Ludmila?. No me he cruzado con nadie, y vengo andando desde la ciudad, estoy muerto de agotamiento. —Le recordó Gareth. —Tienes razón, seguramente estén vacíos, igual que todo. Mi casa es esta de aquí, si quieres ven y esperamos juntos a que se resuelva todo esto, no sé… por lo menos nos haremos compañía y tendremos con quien hablar, no sabemos hasta cuándo estaremos solos. —Y se dirigieron ambos al hogar familiar de Ludmila. —Por cierto, ¿qué tal has dormido?. —Preguntó él. —Bien, como un tronco. ¿Y tú, no notaste nada raro durante la noche? ¿no viste nada de vuelta a tu casa o algo?... —No. Vine con el coche de mi hermana, lo cogí sin su permiso, cree que estuve toda la noche en el pc. Pero no recuerdo haber visto nada a la vuelta, ni noté nada durante el rato que dormí. Ella no ha podido ir a trabajar. —Le respondió Gareth. —¿Tu hermana?, ¿ella está bien?, quiero decir… ¿no ha desaparecido como los demás?. —Exclamó sorprendida Ludmila. —No. —Le respondió tajante su amigo. Prepararon el almuerzo improvisado con lo primero que hallaron en el frigorífico, y se sentaron a charlar en el salón mientras se lo comían. —No hay televisión, o eso parece, tendremos que hablar de algo. —Le comunicó Ludmila a su amigo. —Da igual, odio la programación, no la veía nunca. Soy más de videojuegos. —Respondió él. —Por cierto, como no sabemos de qué hablar, propongo que juguemos a un juego, para romper el hielo, el “Yo nunca he”. —Prosiguió. —He oído hablar de eso, ¿es ese juego en el que alguien dice algo y tú tienes que admitir si alguna vez lo has hecho, realizando una prueba, como beber un trago de alcohol?.—Dijo Ludmila con tono pesimista. —Es una chorrada de juego. —Tranquila, no te voy a hacer contar nada incómodo. —Respondió Gareth convincente mientras la miraba a los ojos. —Empiezas proponiendo tú un “nunca he…”. Si dices algo que yo haya hecho, tomaré un poco de shushi con mucho wasabi. —Continuó hablando mientras le acariciaba el sombrero. —No tengo miedo, en cualquier caso eres tú quien debería tenerlo. —Respondió Ludmila muy seria a su amigo, y se llevó el sándwich a la boca. —Está bien… yo nunca he… tenido novia. —Dijo Ludmila confianzuda. —Yo tampoco. —Respondió el chico con tono apagado mirando hacia el suelo. —Pero así no tiene gracia, Ludmila. Se trata de decir cosas locas y atrevidas que poca gente haría. Lo divertido sería que me comiera un shushi con mucho wasabi, no hacerme parecer un fracasado. —Le reprochó Gareth en tono sermoneador. —Los conceptos de diversión varían según la persona. —Soltó sarcástica Ludmila. —Está bien, chico del año, te toca a ti, ¿no?. —Está bien. Yo nunca he follado en un sitio público. —Exclamó con fuerza Gareth sonriente. —Yo nunca he hecho eso. —Respondió tajante Ludmila. —¡Vale, vale, no me mires así!... —Gritó el joven intimidado, reprimiendo la palabra “estrecha” dentro de su boca. —Te toca otra vez, di otra… —Le apuró Gareth. —¿Quieres comer wasabi, verdad?. Está bien. Yo nunca he matado a nadie voluntariamente. —Se hizo un silencio tras esas palabras de Ludmila, tras el cual, su amigo no tuvo más remedio que ir directo a rebozar un pedazo de shushi en wasabi, y se lo llevo a la boca tratando de disimular el escozor intenso que le subía hasta la nariz y le llegaba a los ojos. —Estaba bueno. No es para tanto, tendría que haber pensado en algo más fuerte como castigo. Bah, ya se me ocurrirá algo la próxima vez. —Comentaba tratando de disimular mientras agarraba la arcilla que Ludmila tenía encima de la mesa. —No ha estado mal el juego. ¿Quieres un trozo de arcilla?... —Decía Gareth tratando de cambiar el rumbo de la conversación. —Te voy a hacer un conejito. —Prosiguió. —¿De verdad has matado a alguien?. Dime que no ha sido a tus padres. —Le apuró preocupada su amiga. —Fue hace tiempo… hace 4 años. No fui yo solo, era el más pequeño de todos los que lo hicimos, ni siquiera era muy consciente de lo que hacíamos, seguía a los otros chicos. —Le explicó muy tranquilo el muchacho. —Gareth, si vamos a ser amigos, tienes que contármelo. —Vale, pues, era invierno, y yo estaba pasándolo mal por el accidente de tráfico de mis padres, que así es como murieron pocos años antes de los acontecimientos. Me sentía solo, como si estuviera solo en el mundo, me refugié en un grupo de amigos mayores que yo, ellos admitían a cualquiera en su club, yo era muy joven para saber por qué admitían a cualquiera, más tarde lo descubrí. Eran tipos malos, hacían cosas que están mal, no sentían empatía por nadie, ni por ellos mismos, bebían y fumaban, algunos también se drogaban. Recuerdo que uno de ellos le robó un teléfono móvil a alguien, hicieron bromas telefónicas a la gente, y empezaron a desfasar y a proponer cosas que podíamos hacer con la cámara, como dejarla escondida en los lavabos de las chicas para verles el culo y cosas por el estilo. Los líderes de la banda nos llevaron a todos a los aseos de las chicas, con la mala suerte de que había una allí dentro cuando llegamos, empezó a gritar y a pedirnos que saliéramos de allí. Uno de esos chicos la agarró de los brazos y la sacó a la fuerza de los aseos, una vez fuera le pidió a otro que la agarrase por los pies, y entre todos la llevaron a la calle y la forzaron a seguirnos hasta una furgoneta. Eran horas extra escolares, para que no nos vieran hacerlo, no había mucha gente por allí. —¿Y qué pasó luego?. —Le apuró Ludmila. —No sabían qué hacer con ella, nos subimos todos a esa furgoneta, dieron muchas vueltas hasta que salimos por un descampado que daba al campo. Condujeron por el campo hasta perdernos allí. Uno de los tipos hablaba de las películas snuff, al parecer él era aficionado a ese tipo de cosas. Ataron a la chica a un árbol y decidieron que haríamos una película snuff con ella. Para entonces, la pobre ya estaba medio inconsciente, pero estoy seguro de que sí se daba cuenta de las cosas. Empezaron a grabarla atada mientras se burlaban de ella y le lanzaban escupitajos. Y… te ahorraré los detalles morbosos y macabros que hay de por medio, pero la historia acaba con que además de una navaja, el padre de uno de ellos era un ex policía, y tenían una pistola. Supongo que ninguno se atrevía a deshacerse de verdad de la chica, solo querían divertirse y desahogarse con ella, pero no podían dejarla con vida después. Me la encasquetaron a mí, como era el menor, me utilizaron para que hiciera el trabajo sucio, me forzaron a disparar a esa chica moribunda, mientras graban su vídeo de mierda. Estaba tan destrozada, que yo ni siquiera distinguía a una persona cuando tuve que disparar, me sentía como si disparase a un montón de mierda o algo apestoso y sin forma, no recordaba que ese montón de carne deforme y flácida que se desparramaba en el tronco del árbol, era una chica de mi instituto. Quizás habría sobrevivido si yo no le hubiera disparado, aunque quedase inválida o trastornada, o quizás, muy probablemente, aquellos tipos la habrían seguido torturando más tiempo hasta que dejase de respirar. Creo que realmente le hice un pequeño favor a esa chica, acortándole la tortura. De todas formas, hubiera preferido no haber tenido que hacer eso, pero aquella experiencia me volvió tan insensible como ellos. No sé qué hicieron con los restos de esa chica, pero nadie supo nada de lo que había pasado. Pretendían que siguiera en su grupo de imbéciles, supongo que les venía bien un chivo expiatorio, o alguien a quien cargarle los muertos, pero yo me negué. Tenía miedo de odiarlos hasta el punto de enfrentarme a ellos y hacerles daño, por obligarme a hacer ese tipo de cosas. Por eso preferí estar solo, me alejé de esa gentuza y de todo el mundo. En el fondo, me había vuelto como ellos, yo maté a esa chica, yo fui testigo de lo que hicieron y no hice nada, a pesar de tener el estómago muy revuelto. Los juegos pasaron a ser mi refugio. No quiero hacer daño a nadie, mejor hacérselo solo en la ficción. —Concluyó Gareth, algo emocionado. —Wau. No esperaba una historia tan oscura, si te soy sincera. No pareces esa clase de persona, te tenía por un buen chico, tú me defendías en la red. Me cuesta creer que lo que cuentas sea cierto, se te ve tan tímido. Aunque… bueno, eso me quita un peso de encima. —Respondió Ludmila. —¿A qué te refieres?, ¿un peso de encima?... —Exclamó, confundido. —Ya sabes, al parecer estamos solos en el mundo… la tensión sexual y esas cosas… solo es que, no quiero que te enamores de mí. Aunque, supongo que ahora no me importaría que lo hicieras, sabiendo lo que sé de ti. —Le explicó ella. —Jajaja, ¡qué!... no me estoy enamorando de ti. Solo somos amigos. Eres tú quien no debe enamorarse de mí, soy un asesino. —No te creas, Gareth, también ha muerto gente por mi culpa. Y en mi caso es peor todavía, porque yo lo amaba. —Le confesó Ludmila. —¡Eso tienes que contármelo!. Pero antes has dicho que nunca has matado a nadie…. —Quizás lo haga en otro momento, tenemos que recoger todo esto, nos hemos pasado la tarde hablando. Ya empiezo a tener sueño otra vez. Apenas dormimos anoche. —Le recordó ella. —Recógelo tú, esta es tu casa. Yo me voy a la primera cama que pille. Estás invitada a venir si quieres. —Espetó él con tono vacilón. —¿Pero qué dices?, yo duermo sola, únicamente. Vete arriba, solo está mi cuarto. Yo dormiré en la cama de mi madre, que volverá mañana. —Y así fue, como transcurrieron las cosas. Ludmila se fue a preparar para dormir en la cama de su madre, aunque trataba de parecer dura, por dentro se sentía culpable y acojonada, ¿a caso no era culpa suya que hubieran desaparecido todos excepto su último amigo?. ¿A caso no era ella la única bruja viva?, quizás sus sospechas sobre los extraterrestres fueran ciertas. Ella no entendía qué era lo que estaba pasando, pero no quería ser la culpable. —Buenas noches. —Buenas noches, brujita. No te vayas volando con la escoba en lugar de dormir. —Respondió Gareth en tono bromista. —Que tonto. ¿Tú vas a dormir así, con toda esa ropa?. —Le preguntó ella. —No que va, yo nunca duermo vestido, eso es de frikis. Iba a ir ahora al baño a ponerme cómodo, pero primero quería ver lo divina que te pones tú para irte a la cama. Como un haul de ropa en vivo. —Se excusó él. —Pero si llevo lo normal, el pelo recogido para que no me moleste, y un camisón para dormir cómoda, como todo el mundo. No digas que me pongo divina para ir a la cama, que me haces parecer frívola. —Lo siento, Ludmila. Pensaba que no te importaba lo que pensaran los demás. Además, ahora no hay nadie a quien pueda preocuparle si eres frívola o no. —Buenas noches, Gareth. —Soltó Ludmila temblorosa incapaz de disimular el miedo que sentía mientras se abrazaban amistosamente. —Buenas noches. —Le respondió él con seriedad, tratando de sonar cercano. Justo después, Gareth se encerró en el aseo principal de la casa, y se despojó de la ropa quedándose con la que llevaba debajo. Se plantó frente al espejo, y empezó a hacer posturas extrañas. —No te preocupes, pequeña, está aquí “el hombre” para protegerte. No tienes nada que temer nena. —Se decía a sí mismo frente al espejo. —Vamos a estar bien, baby, acércate para que te proteja. Porque mando yo, ahora yo soy la ley. ¿Te queda claro?, no hay nadie más en el mundo, princesa con escoba. Asique lo tendrás que hacer quieras o no, nena. —Proseguía diciéndole al espejo. —Vamos a pasarlo bien, Ludmi mía. —Decía cada vez más animado. —Va a ser así, porque soy el machote, y quiero ver lo que eres capaz de hacer en la cama, Ludmila. —Parloteaba aún más excitado. —Porque siempre han sido ellas las que han ido detrás de mí, pero yo no… porque donde pongo el ojo pongo la bala, puta loca. Te creíste el cuento del chico bueno y comprensivo, que fácil se lo has puesto a este donjuán rompecorazones. Una pena que no quede nadie a quien demostrarle mi gran conquista en este mundo de mierda. Nah… en el fondo si soy buen chico, es la sociedad la que está enferma. Jejeje. Continuará… Editado 3 jul 2017 por Druga Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 10 jul 2017 (editado) Spoiler Mecanismo cinético. —Ludmila se levantó temprano y algo cansada aquella mañana. Salió a la calle para ver si veía a alguien, y a asegurarse de que todo seguía igual. Miró hacia el cielo con cara de reproche, hasta el punto en el que le iban a brotar las lágrimas de los ojos. Se preguntaba por qué, y se sentía muy desmotivada. Es verdad que siempre quiso estar sola, pero ahora que realmente lo estaba sentía que ya nada tenía sentido, necesitaba odiar a los demás, porque no los odiaba realmente, pero disfrutaba fingiendo que los odiaba, era su droga, su diversión personal, su signo de identidad, la única manera de poder ser. Pero ahora, todo lo que odiaba se había ido, ahora qué, como reforzaría su personalidad sin gente que la considerase diferente y le dieran motivos para fingir que los odia. Pensaba que el mundo estaba muy vacío sin tener a quién odiar. Cuando se cansó de mirar al cielo con cara de ensimismación, reprochándole al vacío la desaparición del resto de personas, se dirigió a la cocina y agarró la primera guarrería que había a la mano y se la sirvió para desayunar. De pronto bajó Gareth del piso de arriba muy agitado. —¡¿Lo oyes?!. —Gritaba bajando por la escalera. —¿Escuchas la voz?. —¿De qué voz hablas?. —Le preguntó Ludmila con voz soñolienta y apagada. —De esa, la que acaba de decir… “Le preguntó Ludmila con voz soñolienta y apagada”. ¿No la has oído?. Escucha… —… —Vamos, habla, di lo que acabo de hacer. Blah bla, bla… De pronto bajó Gareth del piso de arriba, muy agitado… —Decía el despiadado muchacho asesino, haciendo gestos con las manos, con tono de burla. —Ludmila mira las estrellas con cara de reproche. Hola, soy una voz en off que narra cualquier cosa, porque así de aburrida es mi vida. Conozco los secretos de la vida de todo el mundo y me creo superior. Haré que Ludmila piense que su amigo se ha vuelto loco haciéndole oír voces. —Bueno, Gareth, vale ya, yo no tengo la culpa, tampoco entiendo por qué eres consciente de mi existencia, y tengo que improvisar, esto no tenía que estar pasando. Háblalo con mi jefe, quizás él pueda ayudarte, estoy tan sorprendida como tú. Se supone que tú no puedes oírme. —¿Desde cuándo sigues mis movimientos?. —Desde que conoces a Ludmila, ella es la protagonista de esta historia, no tú. Ha habido un fallo en Matrix, pero lo arreglaremos. —Mientras tanto, Ludmila empezó a escribir un diario, empezaba a ser más consciente de lo inusual y apocalíptica que era su situación, y quería dejar constancia de la experiencia. Ella parece que no puede oírme, menos mal. Cuando se cansó de escribir, se vistió, y salió a la calle exactamente igual que hizo el día anterior. Había visto una vez una película antigua, de las que eran en blanco y negro, y en ella ocurría un suceso extraño que impedía a las personas salir de un lugar, como una fuerza extraña. Y al final de la película, el conflicto se resolvía repitiendo exactamente lo mismo que hicieron el día en el que empezó todo. Y ella pensó, ingenuamente, que quizás si repetía otra vez lo que hizo el día anterior cuando se dio cuenta de que no había nadie… todo volvería a la normalidad. Y allí estuvo, plantada en medio de la carretera, mirando en la misma dirección, con la misma ropa, la misma postura, y exactamente igual a como lo estaba el día anterior, durante casi todo el día. Su amigo, mientras tanto, estuvo revisando bien que no hubiera ninguna señal de ningún tipo, trasteando con la red de internet, comprobando que no funcionaban ni la televisión ni la radio, tratando de encender el teléfono, etc. Hasta que se aburrió de probar, y salió a buscar a su amiga, tratando de animarla, la acercó al porche de la casa. Y allí siguió hablando con ella, repitiéndole que todo iba a salir bien, que aun había esperanzas de que existiese más gente a parte de ellos, le recordó que él tenía una hermana, y que su hermana se quedó en su apartamento. Seguro que no ha ocurrido nada realmente, le repetía, querían creer que al final sería todo mentira, quizás había una explicación lógica y todo volvería a la normalidad cuando menos lo esperan… De pronto, sonó como si se abriera la puerta de la casa. Una niña pequeña pálida y sumamente extraña, salió de su hogar como si nada, y se cruzó frente a ellos, captando la atención de Ludmila. —¡Una niña!. —Gritó. —Antes de que Gareth pudiera reaccionar, la niña dijo: —Besitos de parte de Zenobia. —Ludmila rompió a llorar, y la niña salió corriendo, con la misma alegría con la que vino. —Hoy era el día que tenía que volver mi madre del viaje del trabajo. —Explicó la joven entre lágrimas. —No ha venido. —Concluyó, dejando ver el motivo de su tristeza. —Sé lo que se siente, tranquila, no estás sola, y ya verás como mañana vuelve y te cuenta que se retrasó el avión o algo así. Si no, ya pensaremos algo, haremos algo juntos, pero no dejaremos que esto siga así—Le dijo Gareth para animarla. —Aún sigo oyendo esa maldita voz en off. Es realmente molesto. —Yo no oigo nada. —Respondió ella, todavía triste por su madre. —Lleva todo el puto día hablando. —Le informó el niñato asesino de Gareth. —¡Eh, no tuve opción, ¿vale?!, tu habrías tenido que hacer lo mismo, bastante tengo ya con lo mío y tener que cargar siempre con la culpa, ¡ya sé que soy un niñato asesino, joder!. —Yo también sé que puedes escucharme, pero no es cosa mía, yo no puedo hacer nada. En fin, corramos un tupido velo. Ludmila consiguió relajarse y se puso a fabricar no sé qué cacharro que le permitiría comunicarse con los aliens. Pensaba que era culpa de ellos todo lo que estaba pasando, puesto que tenía dudas sobre si a lo mejor podía descender de ellos y la controlaban mediante telepatía. Se montó un tinglado lleno de herramientas y materiales de todo tipo muy apañado. Pasó el resto de la tarde allí, sin preocuparse por nada. Y por fin, cuando empezaba a anochecer, lo dejó diciendo que mañana iba a continuar. Fue justo en ese instante, cuando apareció de la nada, el fantasma de su abuela Bibiane. —¿Eres tú, abuela?. ¿Puedes comunicarte conmigo sin que yo te haya invocado?. ¿Qué está pasando abuela?, no paran de ocurrir cosas raras. Os echo de menos. Dile a papá que lo quiero, todavía me acuerdo de él, fue el verdadero hombre de mi vida, de pequeña lo admiraba tanto, me habría venido bien su ayuda cuando descubrí… mi peculiaridad. Por cierto abuela, ¿Sabes algo de mi madre?. —Pero la abuela se empezó a disolver como el humo, hasta que desapareció con forma de neblina blanca, sin decir ni una sola palabra. Dos horas después, tanto Ludmila como Gareth estaban listos para un sueño reparador, después de lo extraña e incómoda que había sido la noche anterior, y de una día aun más extraño, ambos necesitaban con urgencia dormir y descansar bien esa noche. Pero no sin antes volver a contemplar el cielo lleno de estrellas, y preguntarse si los verdaderos causantes de aquella situación la estarían observando desde allí, entre todas esas estrellas. A lo lejos, al bajar la cabeza a su posición original, le pareció ver lo que parecía ser una figura humana, vestida de oscuro, o bien era una sombra, le hacía dudar de si realmente era lo que parecía. La muchacha le gritó, pero la figura no respondió, empezó entonces a caminar en dirección a esa persona, pero cuando estaba cerca de alcanzarla, desapareció delante de sus narices. Ambos jóvenes se levantaron pronto, la inquietud les apremiaba. Ludmila empezaba a estar más preocupada y le expuso a Gareth su afección. —Mi madre tenía que haber venido ayer, Gareth. Y anoche me pareció ver a alguien allí enfrente. Tiene que haber gente, si tu hermana no ha desaparecido seguro que no será la única. —¿Y qué hacemos, salimos a buscarlos?. —Dijo él. —Sí. Iremos de aventura. —Le respondió decidida Ludmila. —Tras pasarse el día dando tumbos sin rumbo fijo por la ciudad, sin mucho éxito, decidieron meterse en una casa vieja a pasar la noche. —Habrá que hacer una hoguera, estamos cerca de las afueras y aquí hace algo de frío. Pero nos vendrá bien esta expedición. Tal vez averigüemos algo de lo que ha sucedido. —Comentaba Ludmila mientras echaba un vistazo a su alrededor. —Gareth agachó la cabeza y asintió levemente con gesto de dureza. —Yo recogeré la madera. —Exclamó segundos después, con un tono más optimista. —Lo único que me preocupa es esa especie de humo, qué cojones es, está por todas partes. —Siguió hablando. —No huele a nada. Tal vez sea solo niebla. —Argumentó Ludmila. —¡Qué cojones!... ¿niebla?, jamás he visto niebla en mi puñetera vida, pero creo que no tiene esa forma. —Exclamó Gareth con una sonrisa y un tono coloquial y más animado de lo habitual. —Quédate aquí sentado, ya iré yo a por la madera. —Propuso Ludmila con voz suave y cantarina. —Ni hablar. Prefiero hacerlo yo. Bastará con no respirar esa cosa. Ludmila. Tú siéntate, y si puedes, ve poniendo algunas piedras donde vaya a estar la hoguera. —Le replicó su amigo. —Sé cuidarme sola, Gareth. No necesito ningún protector. —Le respondió Ludmila. —Por eso mismo quiero que te quedes aquí, sola, porque sé que sabrás cuidarte, no sabemos quién puede habernos visto venir, quizás alguien nos haya seguido. Si no confiase en ti, te pediría que vinieras conmigo a por 4 maderas. —Dijo Gareth convincente. —No tardaré. —Añadió, antes de retirarse cabizbajo y en silencio. 2 Minutos después, Ludmila encendía su teléfono sorprendida al ver que volvía a funcionar, aunque no tuviera wifi ni cobertura. Era una señal de esperanza. Lo celebró yendo a recoger unas pocas piedras cercanas a la entrada de la casa en la que se habían acobijado. Deseosa de que su amigo volviera para encender cuanto antes la hoguera y asar algo. Como tardaba más de lo que Ludmila esperaba, sacó el diario que había traído guardado entre la ropa. Quién sabe si no vienen otros después de ellos y necesitan informarse de lo que les ha sucedido, en caso de que mueran por algún motivo. O al menos, así pensaba ella. —Primero escribiré sobre mi incomprensión ante el hecho de que, con la de personas que había en el mundo, me hayan dejado sola con este capullo, al que apenas conocía, ni somos tan amigos… —Mientras tanto, Gareth, sofocado por haber hecho un esfuerzo, volvía a la casa con unas pocas maderas. —Hola. Déjalo, no te molestes, sigue ahí sentada escribiendo… ya monto yo solo la hoguera. —Decía el muchacho con retintín, pretendiendo sonar irónico. —¿Has venido ya, Gareth?, no me había dado cuenta. —Gritó Ludmila desde su silla, mientras él le metía fuego a la hoguera. —¿Estás asando ya la cena?, huele a quemado… —Añadió. —Todo está bajo control, señorita. Aquí tiene su fogata. —¡Que bien, gracias!. —Exclamó Ludmila. —¡Siéntate, que se va a enfriar la cena!. —Le gritó Gareth con tono guasón. —Estaba mirando mi teléfono. —Respondió ella. —¿Funciona?. —Preguntó él. —Solo se enciende. Pero al menos podremos utilizarlo para jugar o usar algunas aplicaciones. —Le explicó Ludmila. Continuará… Editado 10 jul 2017 por Druga A CarterHall le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 18 jul 2017 (editado) Spoiler Oxidación —Ey, brujita, ¿te acuerdas de esa mierda que vimos cuando veníamos hacia aquí?. Esas… cosas, con agujeros. Que parecían panales de abejas. Abejas mutantes. —Comentaba Gareth, terminando de saborear el último trozo de comida que habían traído. —Sí. Gracias por revolverme el estómago. —Respondió Ludmila. —Que sea una bruja no significa que tenga que saberlo todo. Obviamente estoy tan asustada como tú. —Habrá que acostarse ya… —Dijo ella segundos después, ante un tremendo bostezo de su amigo. —No. Estoy muy nervioso para dormir realmente. Están pasando cosas, tenemos que hablar de todo esto. —Respondió Gareth con tono irritado. —Echaré el último tronco, entonces. —Refunfuñó ella. —Oye, Ludmila. —Dijo Gareth con tono intimista y preocupado. —Qué. —Respondió ella con tono apagado. —¿Qué haremos mañana?, ¿seguir buscando gente? —Le preguntó el muchacho. —Si. —Confirmó Ludmila. —Yo no creo que encontremos a nadie. Quizás no viste a nadie la otra noche, fue tu imaginación. Estamos solos, Ludmila. —Sentenció Gareth, con cierto alarmismo. —Estamos solos. En un mundo habitado por abejas mutantes. —Concluyó tratando de sonar bromista para quitar hierro al asunto, como si en realidad nada le importase. —De todas formas tenemos que seguir buscando, no tenemos otra cosa que hacer. —Le argumentó ella. —Quién sabe… por qué no iba a haber alguien más. —Añadió. —La mejor forma de saberlo, es asaltando. Mañana entraremos a robar en las casas, si queda alguien por ahí, tendrá que salir a defender su zona. —Proclamaba Gareth con cierta excitación. —Tarde o temprano tendremos que hacerlo, las casas están llenas de recursos. —Continuó más calmado. —Podremos inventar una religión nueva, ser líderes religiosos y espirituales. —¿Tú no tienes miedo realmente, Gareth?. —Le interrogó Ludmila. —No. Por qué iba a tenerlo, ya no hay obligaciones, ni economía, ni subnormales a los que aguantar. ¿Dónde está el peligro?... —Le respondió confiado. —Además, estoy contigo. —Sentenció para finalizar. —Eso resta puntos. Créame, señor cleptómano, no soy la mejor compañía. —Le advirtió Ludmila, cargada de culpa por los sucesos del pasado. —¿Por qué, porque eres una bruja?. No te he visto volar en escoba todavía. —Bromeó su amigo. —Quién necesita una escoba para volar hoy en día… jaja… —Recuerda que yo tampoco soy la mejor compañía. —Le advirtió Gareth. —¿Por qué lo dices?. ¿Por eso que me contaste?. Bah, Gareth… lo hiciste porque no tenías otro remedio. Tú, no eres un asesino realmente, solo un chico desolado que busca consuelo en los peores sitios. —Trató de exculparle ella. —¿Eso crees?... ¿quieres ver lo peligroso que soy realmente, Ludmila?... —No creo que lo seas. Lo que hiciste estuvo muy mal, pero eso no te convierte en un monstruo, como los tipos que te pusieron en esa situación. Cualquiera actuaría igual que tú, estando entre la espada y la pared. —Le explicó. —Pero esa no es la verdad. La verdad es que hice algo terrible, y nadie me amenazó de muerte para que lo hiciera, bastó con que me lo pidieran, yo podría haber salido corriendo a pedir ayuda. —Insistía el chico. —Estabas paralizado por el miedo ante una situación tan grotesca, y eras muy joven, ellos te sacaban varios años, eran repetidores, como lo eres tú ahora. Tuviste parte de culpa, pero solo eras un crío asustado, ningún dios te condenaría por haber sido un cobarde siendo menor. —Dijo Ludmila. —¿Sigues pensando lo mismo si me acerco a ti, señora bruja sexi?. —La amenazó mientras se arrimaba a ella y la miraba por primera vez a los ojos. —Te conviene no jugar, Gareth, créeme. En el fondo eres un buen chico, saldrías perdiendo. Ah, y tener impulsos sexuales, no te convierte en mala persona, es algo natural propio de todos los animales, siempre que sepas controlarlos como ser racional que eres, no tiene nada de maléfico. —¿Por qué?. Solo quería enrollarme contigo. Llevo una semana conociéndote, ¡una semana!. Encima vamos a dormir juntos, ¿quieres que me explote un huevo con tanta retención de esperma?. No me da vergüenza reconocer que antes de todo esto me mataba a pajas, como todo el mundo, y ahora… contigo todo el tiempo encima de mí, es imposible cumplir al día. —Trataba de justificarse el pobre de Gareth. —Este es mi colchón mohoso. Lo lamento, está ocupado, búsquese otro caballero. Las malas brujas somos así. —Le espetó Ludmila. —Por qué vosotras siempre os salís con la vuestra. Está bien, quédate tú con el más grande. Yo me voy al cuarto de los niños. Ya sé para qué debéis de usar ahora el palo de la escoba… brujas modernas de mierda… —Refunfuñaba su amigo, poco acostumbrado a ceder ante los intereses de otra persona, mientras se tumbaba en el viejo somier de un catre pequeño. Al día siguiente… —¡He soñado contigo, bruja Avería, había más supervivientes en el mundo, y tú nos azotabas a todos con un látigo! ¡parecía el infierno!. ¡Ahora vamos a robar casas!. —Gritaba un eufórico Gareth, mientras agarraba a Ludmila con vehemencia y fijaba la mirada en su fino cuello. Tener de nuevo a su amiga cerca lo cargaba de energía. —Espera, Gareth. Estamos bien aquí, vamos a descansar un par de días, y luego seguimos con el plan. Pasarme ayer el día de caminata me ha reventado, no estoy acostumbrada al ejercicio... soy simtuber. —¿Quedarnos otros 2 días en esta pocilga de moros y gitanos?. Mejor saca la escoba de donde te la guardaste anoche. —Renegó el muchacho con muy poco tacto. —Necesito descansar, no me veo con fuerzas para caminar otra vez, ¿y si tenemos que salir corriendo por algo?, me agotaré muy pronto. Lo siento Gareth, tendrás que aprender lo que es la empatía, si no prefieres volver a estar solo, no te vendría nada mal hacerlo. —Le aconsejó ella. —Claro, no te preocupes, brujita. Los tesoros pueden esperar, mientras esté contigo, quién los necesita… —Decía él, con tono fanfarrón, mientras acariciaba la cara de Ludmila. —Eh, Gareth… ¿podrías… dejar de llamarme “brujita”?. —¿Te molesta que te llame brujita, brujita?. —Sip. Es lo que he querido decir.—Le respondió ella. —Está bien, te llamaré Elefante, entonces. Suena mejor. —Y no me toques. —Añadió Ludmila. —Oops, perdona Elefante. Es verdad, corres el peligro de caer en la tentación. Tranquila, te entiendo, me pasaba con todas, para vosotras es difícil conteneros. —Tenemos que pensar qué vamos a hacer hoy, a parte de descansar. Ludmila. ¿Ludmila?... Joder, macho. Y el aburrido era yo, o eso me decían siempre. Manda cojones, que ni en el fin del mundo se despegan del puto teléfono las tías. —¿Qué haces, Ludmila?, ¿por qué no me dices nada?. —Porque tengo cobertura. ¡Hay cobertura!. —Exclamó Ludmila a punto de llorar de felicidad. —Intentaba llamar a mi madre, pero comunica. —Sí, es verdad. Yo también tengo en el mío. —Dijo él. —Me había vibrado, como una llamada perdida. Ha sido este número desconocido… —Le explicó ella. —Prueba a re-llamarlo. —Le apuró su amigo. Ludmila memorizó los números, y los marcó con rapidez antes de que se le olvidaran. Al otro lado de la línea se escuchó: *Gemidos de mujer* *palabra ininteligible* *corte de la llamada y sonido de comunicar o de marcado* —¿Qué ha dicho?. —Preguntó Gareth con cara de incrédulo. —No lo sé… “Ludmila”. —Respondió ella. —Yo he entendido “Ayuda”. Llama de nuevo. —Le dijo él. Ludmila le obedeció, y esta vez se volvió a escuchar exactamente lo mismo, con la salvedad, de que al finalizar se oyó un sonido como mecánico, como de cinta de casete deteniéndose bruscamente o algo así. —Que extraño. Es lo mismo de antes. —Decía Ludmila incrédula. —No tengas miedo, Ludmila. Lo tomaremos como una señal de que hay gente. —Sí. Y no es solo quien ha llamado, alguien ha tenido que activar otra vez la antena del teléfono. —No estamos solos. —Le decía Gareth pretendiendo sonar convencido, aunque su esperanza era otra en realidad. —Va a ser difícil encontrarles, Gareth. —Bueno, Ludmila, pero hay tiempo, tenemos todo el del mundo. Propongo celebrarlo con un trago de vino. — No sé qué me da más miedo, si la llamada grabada, o esas botellas sucias de vino. —Dijo ella. — Nos mantendrá calientes. Vamos, solo quiero levantar el ánimo. No tenemos nada mejor que hacer. —Insistía él. Tras 3 botellas de vino viejo… Nuestros jóvenes sims favoritos, habían empezado a jugar a otro juego estúpido de campamento. —Jeje. Veo, veo… —Decía Gareth muy animado, como si hubiera olvidado la situación en la que se encontraban. — Qué ves. ¿Nuestra inconsciencia?. *Hip*. —Respondió Ludmila con tono irónico. —No. ¡Una cosita que empieza por B!... —Gareth, vela es con “V”. —No era esa, chica lista. No me voy a poner a mirar una vela si estoy pensando en eso, porque entonces sería muy fácil que la adivinaras. —Le recriminó él. —No soy tan tonto. —Concluyó. —Me rindo. Paso de tu culo. —Era brujita. —Mejor dejamos el vino que queda, para usarlo de mata ratas. —Propuso Ludmila, mientras hacía ademán de querer levantarse de la silla sobre la que estaba sentada. Salió tambaleándose en dirección a la parte trasera de la casa. —¡¡Voy a tomar un poco el aire!!. —Gritó a pleno pulmón. —Este barrio ya estaba lleno de basura antes del fin del mundo. ¡Gareth!, ¿ya estás durmiendo la mona?. Gracias por dejarme un momento de soledad. ¡Hip!. No sé por qué siempre que estamos juntos, acabo borracha o jugando a estupideces o las dos cosas a la vez. —Vociferaba mientras caminaba sola por el solar abandonado, como si hubiera perdido el juicio, poblanamente a causa del alcohol. Mientras tanto, su amigo dormía a pierna suelta sobre un sofá abandonado, ajeno a todo. —Dios mío… —Se le escapó a Ludmila, justo cuando se topó con una especie de animal extraño, que recordaba a un gato o algo así, solo que muy horrendo. Hasta ese momento no habían visto ningún ser vivo. —Qué clase de… —Decía mientras se acercaba al animal con la intención de tocarlo. Pero éste soltó un bufido extraño y trató de desfigurarle la cara de un arañazo, por suerte Ludmila iba bebida y no mantenía bien el equilibrio, lo cual la hacía moverse más de la cuenta, y el gato no acertó en el blanco, viendo frustrado su intento de agredir a la muchacha. La cual reaccionó apartándose con un gran grito de terror. —¡¡AAAAAHHH!!... —Gareth despierta, marmota. Gareth, es más grave de lo que pensábamos. Nos vamos de aquí. Continuará… Editado 18 jul 2017 por Druga A Shalala le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 23 jul 2017 Qué capítulos más raros estos últimos, qué estará pasando? Me he leído el legacy de un tirón! Está muy interesante. A Druga le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 30 jul 2017 On 23/7/2017 at 14:46, Shalala said: Qué capítulos más raros estos últimos, qué estará pasando? Me he leído el legacy de un tirón! Está muy interesante. ¡Gracias!, te mereces un monumento por leer todo. Que maja (o majo, que no lo sé). Vengo con otro. Spoiler Perdidos en un sueño. —Ya está, se ha ido. Relájate. Cuéntame otra vez que ha pasado. —Le repetía Gareth mientras le acariciaba el brazo, tratando de hacerla sentir segura. —Parecía un gato, o algo así, pero grande. Me he acercado a verlo, y me ha atacado. No sé qué clase de criatura es, pero los animales a mí jamás me atacarían, siempre me he llevado bien con todos. No tiene sentido, sea lo que sea que está pasando, es algo que afecta a la naturaleza. —sollozaba ella con mirada de incomprensión. —Tranquila, Ludmila. De verdad… —Su amigo iba a seguir con la frase cuando ella le interrumpió diciendo: —Espero que dijeras de verdad lo de que ibas a cuidar de mí, Gareth, porque todo esto me supera. Yo solo puedo comunicarme con la naturaleza, ni siquiera sé si mis poderes siguen intactos. —No importa, Ludmila, te he hecho esa corona de papel por eso, para que asumas que eres mi reina, y estaré a tu servicio. Nos iremos de aquí ya, aunque nos duela la cabeza por el vino. No necesitas todas tus facultades, si cuentas con las mías. —Le insistía él, dispuesto a todo por la que era su única compañía. —No fue buena idea beber vino. —Le dijo ella. —No beberemos más alcohol. ¿En qué pensábamos?, el mundo se va a la mierda y nosotros celebrándolo, mermando nuestros sentidos… somos idiotas, no merecemos ser supervivientes. —Proclamaba culpabilizándose, como había hecho antes con otros temas. —Fuimos unos confiados. ¿Pero sabes por qué lo fuimos? Porque estábamos agusto juntos, estábamos cómodos, nos sentíamos seguros, y por eso nos olvidamos de que estábamos en una situación extrema. —Le explicó Gareth, que no perdía una oportunidad para intentar llevarla a su terreno, el de conseguir un acercamiento. —Sí, a mí solo me preocupaba el estado lamentable de esas botellas y la inocuidad de ese vino. Pero no se me ocurrió pensar en que corríamos verdadero peligro, hasta que esa criatura me ha abierto los ojos. —Pero, a partir de ahora seremos más conscientes de ello, mi lady, yo la protegeré. No volveremos a bajar la guardia. —Le insistía su compañero de batalla, con tono más animado, provocando que fuera difícil no corresponderle de la misma forma. —Eso espero, porque ya que no puedo confiar en que funcionen mis poderes, quiero confiar en ti. Demuéstrame que puedo. —Todo por el honor de mi reina. —¿Queréis que volvamos al castillo, majestad?. Se hará su voluntad. —Quizás sería lo mejor. Pero antes, quiero darme un baño en la charca que hay a fuera. Está bien ser una bruja, pero oler a azufre y a rata muerta es opcional. —Le respondió ella. —Lo que gustéis, mi lady. —Seguro que nuestro Gareth nunca imaginó que algún día le serían útiles las expresiones antiguas y los protocolos, aprendidos de los videojuegos de corte medieval, a los que se había viciado antes de que todo aquello ocurriera. —Gracias por intentar que esto sea más fácil, sir Gareth. —Él malinterpretó su agradecimiento, y aprovechó que ya estaban agarrados y que la situación era propicia, para plantarle un apasionado beso. —¿Qué haces?. No lo estropees, vámonos. —Le regañó Ludmila. Decidieron ir a la casa de él en busca de Teri, aunque estaba media hora más lejos, pero empezaban a necesitar relacionarse con otra gente. Durante el largo y aburrido paseo se mantuvieron distantes, ya que Gareth estaba algo molesto por el rechazo anterior de Ludmila, y ella no quería acercarse otra vez a él. Llegó un punto en el que el chico parecía desorientado, se detuvo mirando en todas las direcciones, permaneció así varios segundos. Hasta que decidió dirigirse hacia la puerta de otra casa vieja, la cual estaba entreabierta. Ludmila mientras, también se detuvo con gesto contrariado, confundida por el comportamiento de su amigo. —¡Vamos!. —Le gritó él desde dentro. Pudieron descansar, una vez más separados. Cuando despertó, con fuerzas renovadas, Gareth parecía no recordar nada anterior. Recorrió la casa canturreando como si nada, en busca de algún entretenimiento. Encontró una habitación llena de libros polvorientos, agarró los más limpios y se sentó tranquilamente a leer en un destartalado sofá, como quien vive en el paraíso. —¿Lo oyes, viejo?. —El silencio, es maravilloso… ya no oigo esa voz en off acosándome. —Proclamaba, dirigiéndose a un mudo esqueleto que se haya sentado sobre una caja de libros viejos, y luego hizo como que miraba el libro. Ludmila, mientras tanto, se preguntaba por qué Gareth se había detenido de aquella forma tan extraña antes de entrar en esa casa, como desorientado. Además, que no estaban tan cansados como para parar ya. Tenía como la sensación de que su amigo le ocultaba algo. Tras el extenuante trabajo de hojear un libro, o quizás para evitar un posible interrogatorio, Gareth se tumbó en un sucio camastro para echar la siesta. Ella prefirió aprovechar para suplir todas sus necesidades vitales. Se dio un baño mediocre en una bañera del siglo pasado que había tenido mejor vida, de la cual apenas salía agua, aunque al menos estaba caliente. Sin preocuparse por las infecciones, puesto que seguía siendo una bruja. Se arregló como pudo sin un espejo. Y arrastró los pies con esfuerzo en busca de algo que poder llevarse a la boca. Por suerte en la casa había latas de comida envasada de larga duración. Y no tardó en llegar a la cocina, en la que habían otros alimentos básicos, como pan o patatas. Llevaba días soñando con hidratos. Y aunque las condiciones no eran las más óptimas, se dispuso a prepararse un pequeño almuerzo. Finalizando con la preparación del alimento, no pudo evitar sentir cierta inseguridad, cierta desazón. A pesar de que notaba levemente el vínculo que la unía con los animales que la rondaban por la cocina, el sacro vínculo de la naturaleza, lo cual le confirmaba que seguía siendo una bruja, algo en ella le hacía sentir débil, más humana. La desconfianza hacía de ingrediente principal en aquella comida, cada bocado tenía un matiz distinto. Primero, desconfiaba de sí misma, desconfiaba del comportamiento de Gareth, desconfiaba de aquel lugar, desconfiaba de lo que fuera que estuviera pasando. Pasaron días. Sin saber por qué, ambos seguían allí, en aquella casa, sin cruzarse el uno con el otro, quizás por eso, no podían irse solos, no, ya estaban bastante abandonados por todo y por todos como para darse también de lado, y para marcharse tendrían que hablarse, por eso seguían estando allí, conscientes de ello. Ella se desahogaba escribiendo en su diario que lo necesitaba, dependía de él, al menos hasta que encontrasen a alguien más, no sabía qué hacer sola, en un mundo en el que no hay nada. Gareth, por su parte, se había bebido una colección de botellas de alcohol que había en la cocina. Encontró un viejo tocadiscos, empezó a probar todos los discos y trató de bailar, aunque más bien parecía un tronco tambaleándose torpemente. Hasta que, en un momento dado, ambos pensaron lo mismo y salieron en busca del otro… Se toparon a medio camino, y sin dudarlo, se lanzaron a darse un beso apasionado como si ambos lo estuvieran deseando. —¿Puedo confiar todavía en vos, Sir Gareth?. —Le preguntó Ludmila. —¡Si, claro, por supuesto!, majestad. —Le respondió él. —No va a haber ñiqui ñiqui hasta que me lo demuestres. —¿Cómo?... —Es la única forma de que pueda creerte, Gareth. —Te he mentido. —Le confesó él. —Nos hemos perdido. Yo seguía el camino correcto, pero por algún motivo no conseguimos salir de este barrio de mierda, y el camino correcto no nos llevó a donde tenía que llevarnos. Tenía miedo de decírtelo, porque te he prometido hacerlo bien. De verdad, fue una sensación extraña, como cuando te pierdes en un sueño. Cuando murieron mis padres, a veces soñaba que me perdía en mi propio barrio y nadie me ayudaba a encontrar mi casa, era una sensación angustiosa, me despertaba llorando. —Gracias por decírmelo. Ludmila decidió adecentarse antes de reemprender el viaje hacia la casa de su amigo. Aunque no sabía cuánto quedaba de camino, no quería oler demasiado mal cuando conociera a Teri. Asique juntó todos los jabones que pudo encontrar por la casa, incluso alguno para la ropa, y se dio un buen baño como hacía semanas que no se daba. De pronto, escuchó a Gareth hablar en voz alta, parecía alarmado, pero no entendía ni una palabra de lo que le estaba diciendo por el ruido del agua y al tener la puerta del baño cerrada. —¡Te lo dije, lo sabía!... ¡Avispas mutantes!. —Gritaba desde el dormitorio principal, y luego salió corriendo a buscarla. Continuará... A Shalala le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 31 jul 2017 Huy, esto se está poniendo en plan Silent Hill. A Druga le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 13 ago 2017 On 31/7/2017 at 13:10, Shalala said: Huy, esto se está poniendo en plan Silent Hill. Pues sí, no era consciente de los paralelismos con el juego, aunque parezca mentira, y eso que me lo pasé en su época. Nuevo capítulo, con avances. Spoiler Cuatro son multitud. —Ante la imposibilidad de ir al apartamento de Gareth, decidieron volver a la casa de Ludmila, que estaba más cerca. Una vez allí, consiguieron conectarse a la red. Les parecía casi magia. Ambos se emocionaron. Los días pasaban, Ludmila había madurado gracias a la necesidad de la situación. Gareth se sentía orgulloso, porque parecía pensar que las cosas funcionaban gracias a ella. Ambos se turnaban y pasaban horas en busca de actividad en la red, algún resto humano en el ciberespacio, ver aunque fuera a un contacto conectarse, para rastrearlo y salir a buscarlo. Ya que había poca gente, y los peligros eran muchos, tenían que unirse. La comodidad del hogar y las buenas noticias fomentaban el buen ambiente entre ellos. Aunque Gareth siguiera bromeando y de vez en cuando le diera por llamarla brujita, el buen humor era reinante. Todo parecía transcurrir bien durante días, y cada uno tenía sus propios sueños. Gareth, tenía los suyos. Que se reducían a algo muy simple. Y a causa de los cuales, Ludmila, se acabó quedando en estado. Sus sueños incluían a otra gente y sitios públicos en perfectas condiciones. O casas cálidas, nuevas y acogedoras. Quizás producto del miedo al futuro, miedo a criar a una nueva vida en un mundo desolado, en el que nunca habría lugares con gente y en perfecto estado, ni casas cálidas por estrenar. Si no, decrepitud y decadencia. Los días pasaban sin evidencias de actividad en la red por parte de nadie que pudiera buscar ayuda. No obstante ellos no se rendían, investigaban la red de arriba abajo, puesto que así era más fácil y más rápido localizar a alguien, que teniendo que andar desplazándose todo el tiempo, y quién no tiene acceso a la red hoy en día, sería fácil tratar de localizar a otros o ayuda desde cualquier aparato. El embarazo transcurría con normalidad y sin sobresaltos por el momento. Un buen día, Gareth contactó con un hombre a través de Simbook, a lo que Ludmila reaccionó con mucha alegría. —¡Sabía que no estábamos solos!. —Exclamaba emocionada. Pero el camino hasta la casa del hombre era largo y peligroso. Gareth se mostraba más reticente a irse en busca de aquel desconocido. Podría estar mintiendo, podría ser un loco. Además del avanzado estado de Ludmila, la cual podría ser una carga. Acordaron mantener el contacto con el hombre en la red, pero no irse a ninguna parte hasta que Ludmila hubiera dado a luz por lo menos. La pobre se aburría mucho durante la gestación. Razón por la cual empezó a visitar los museos y sitios culturales de la ciudad por las tardes, aprovechando que ahora era gratis y que no había nadie… o, bueno… no debería haber nadie. Se enchufaba la lista de reproducción para poner banda sonora a las obras de arte, y deambulaba por las salas de los museos como un ente. Una tarde, mientras andaba por los pasillos del museo moderno, se topó de lleno con alguien bastante peculiar. El shock fue tremendo. Cuando se cruzó frente a frente con aquella individua que le resultaba abrumadoramente familiar. Cuando se tuvo frente a su propia imagen, sacó la pistola que habían sustraído de un coche de policía, presa del pánico y la confusión, se dio cuenta de que era ella la persona a la que vio aquella noche en la que le pareció ver a alguien cerca de casa. Tardó unos segundos en disparar, a causa de la conmoción, no todos los días se encuentra una consigo misma, y esa fue la ventaja que la impostora aprovechó para brindarle su mensaje. —Doble… vida. —Susurró la otra Ludmila muy despacio y con esfuerzo, arrastrando en el paladar las palabras, como quien dice sus últimas palabras desde la tumba. Y acto seguido, recibió un balazo y cayó al suelo del pasillo. No era la primera vez que Ludmila veía un cadáver conocido en un pasillo, su corazón se aceleró, ni la primera que ella era la causante de esa muerte. Salió corriendo todo lo rápido que el embarazo le permitía. Pero a mitad de camino, se empezó a encontrar mal. En el portal de casa sintió que rompía aguas. Se acomodó en el suelo del porche, abrió todo lo que pudo las piernas, y tratando de respirar empujó haciendo lo que había visto que solían hacer en las películas. No tuvo más remedio que relajarse y olvidarse de todo, porque aquellos dolores le impedían pensar en nada. Finalmente dio a luz a un niño, justo cuando salía Gareth a ayudarle alertado por los gemidos de dolor, descubrieron que había más, ¡todavía quedaba otro niño!. ¿Sería esto a lo que su doble se refería con lo de doble vida?. ¿Quizás se trataba de su espíritu guía?. Friedrich y Cabal, que así es como decidieron llamar a los niños, no tardaron en empezar a necesitar sus propios caprichos, y para ello hubo que asalt… ehm, visitar un par de veces Simkea. Los 2 pequeños eran unos soles, aunque no idénticos del todo, Cabal era un infante tranquilo y alegre, que a todos cae simpático, aunque algo pillo por momentos. Su hermano, por el contrario, era más revoltoso y desmadrado, se llevaba las pocas broncas que él mismo se ganaba, pero en el fondo solo es un juguetón, al que había que educar. A veces Cabal imitaba las travesuras de su hermano, si veía que Friedrich jugaba con la comida… él también lo hacía. Pero mamá, a quién reprendía era a Friedrich, por haber sido el hostigador de la revolución. Si algo tenían claro sus padres, es que a los niños no les iba a faltar nada, mientras estuviera en su mano poder conseguírselo. Y la casa se llenó de juguetes. Tronas, retretes de iniciación, cambiadores… Juegos electrónicos para desarrollar habilidades. En lo cual, Cabal era un experto, de ahí que se agenciara con todos juguetes de ese tipo. Friedrich sin embargo, prefería juegos de lógica y puzles, o a veces clásicos como las construcciones o las muñecas. Sí, las muñecas. Aunque a veces… era más de exploración y aventura. Continuará… A Shalala le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 14 ago 2017 Esta generación ha nacido en un mundo extraño. A ver cómo evoluciona la cosa! A Druga le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 19 ago 2017 (editado) On 14/8/2017 at 14:53, Shalala said: Esta generación ha nacido en un mundo extraño. A ver cómo evoluciona la cosa! Sip, y vienen muchas sorpresas y peligros en los próximos capítulos. Spoiler —La aparente normalidad de la seguridad del hogar, estaba a punto de desaparecer para la familia. El momento había llegado, la familia debía salir en busca de otros sims. Con los enseres para el viaje preparados, nerviosos y con las directrices que les había dado aquel hombre apuntadas en el diario de Ludmila. Trataban de hacer vida normal hasta el momento exacto en el que se cargarían como mulas con los niños a cuestas, y saldrían a buscar ayuda o alguna explicación a todo lo sucedido. Exhaustos, una fría mañana, llegaban sin aliento a la dirección que supuestamente aquel hombre de internet les había dado. A pesar de que habían cogido prestado un coche, tuvieron que cargar con los niños en brazos en los tramos en los que había que caminar. —Al suelo, Friedrich. —Decía Ludmila a su hijo mientras trataba de despegarlo de su torso. —Papi, ¿ya tas cansao?. —Preguntaba Cabal a su padre, mientras lo miraba quejarse y hacer gestos de extenuación. —No quedo andal, mami. Ay monstos. —Balbuceaba el pequeño Friedrich a su madre. —Lo sé, cariño. Pero hemos llegado ya, Friedrich. Esta es la casa. —Le respondía su madre —Es muy fea. —Renegaba el pequeño, mordiéndose el índice. —Bueno, mi amor, solo estaremos un día. Le pediremos al hombre que venga con nosotros a casa. —Tuvo que explicarle Ludmila. —Iré yo delante, tú ven detrás con los niños. —Decía una decidida madre, mientras se adentraba en el maloliente solar llena de dudas. —¡Jajajaja jajaja!. Zuciar, enzuciar… —Canturreaba Cabal mientras esparcía unos botes de pintura por el jardín de la casa, aprovechando lo caótico de la situación, segundos antes de que su padre lo agarrase por la cintura y se lo llevara a regañadientes detrás de Ludmila. —¡Papi, pedo si ya está zuziaaaa!... —Refunfuñaba pataleando Cabal en brazos de su padre. Minutos más tarde, el desconcierto se adueñaba de los padres de familia en la cocina. —Creo que nos hemos equivocado de casa. —Decía Gareth con cara de decepción. —Ha tenido que ser un error, aquí no hay nadie, y su casa no parecía tan peligrosa ni tan ruinosa en las videoconferencias, dónde está ese salón tan espacioso que veíamos siempre, y los muebles bien conservados... —Añadía incrédula Ludmila, pero se detuvo unos segundos. —¿Qué ha sido ese ruido?, ¿lo has oído?, viene de arriba. Esperaremos un rato y luego nos iremos, vamos a investigar la casa por si estuviera escondido. —Prosiguió desconcertada. —Investiga tú. Yo he tenido que cargar con tu hijo. —Respondió él, pretendiendo sonar cansado, y como si los hijos no fueran de ambos. —Qué está pasando aquí arriba… —Mascullaba Ludmila, subiendo las escaleras de la terraza. —Aaaargh, wruag, aaahh —¡Son zombis!. —Gritó al descubrir que el causante de los ruidos en la terraza de la cocina, era una especie de no-muerto ensangrentado y con olor a podrido, que a duras penas se tambaleaba y caía al suelo como si de una marioneta se tratara. *¡Bang!*. Ludmila apuntó a la frente con su pistola, y con las manos ligeramente temblorosas, trató de dispararle en el centro. Todavía nerviosa, trataba de asimilar lo que acababa de pasar. —¿Por qué hay zombis?... —Se preguntaba para sí misma. —Si algo me enseñó la ficción es que no hay nada como un tiro en la cabeza para los zombis. —Murmuraba con jocosidad mientras daba la vuelta en dirección a la casa, pretendiendo quitarle importancia a los hechos, a pesar de que su gesto la delataba haciéndola ver afectada. —¡Mamá, pum!. —Exclamaba uno de los niños al verla pasar por la cocina mientras ellos jugaban. —Seguid jugando, chicos, no ha pasado nada. ¿Dónde está vuestro padre?. —Mientras tanto, Gareth, lavándose las manos en el baño. —Que ganas tenía de cagar. —De pronto, Ludmila escuchó como ruidos guturales bajando las escaleras de la terraza. —¿Gareth?... —Pero qué coño… —Y al llegar a los últimos peldaños, se encontró con que había varios de ellos en el estanque verdoso y contaminado de la parcela. —¡¿Papá?!. —Exclamó al ver al zombi de su padre. —¡Gareth!. —Y huyó a toda prisa buscando a su compañero. —¡¿Dónde te has metido, Gareth?!, ¡¡coge a los niños y vámonos de aquí!!. Continuará... Editado 19 ago 2017 por Druga A Shalala le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 22 ago 2017 Ay, el traje de Friedrich. No me extraña que el abuelo haya vuelto de la tumba solo para ver la cucosidad de nieto que tiene. A Druga le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 7 sep 2017 On 22/8/2017 at 13:37, Shalala said: Ay, el traje de Friedrich. No me extraña que el abuelo haya vuelto de la tumba solo para ver la cucosidad de nieto que tiene. Jaja, les dejé la ropa que les puso el juego, y me gustó porque al ser tan diferente de la de su hermano me facilita poder diferenciarlos. Nuevo capítulo: Spoiler —Finalmente, lo encontró en el salón. —¿Qué pasaba en la terraza?. —Le preguntó tranquilo, en tono desenfadado. A lo que ella respondió notablemente preocupada —Gareth, tenemos que irnos. Por fin te encuentro… —¿Por qué has tardado tanto? —Le interrumpió él como si no fuese consciente del tono de preocupación de su amiga. —Porque hay zombis, he visto a mi padre. Me he cargado al de la terraza. —Le respondió acelerada. —¿Zombis?, ¿cómo en esa serie de televisión basada en un comic?. ¡Que guay!. —Exclamó Gareth. —Este sitio es peligroso para los niños, no creo que el hombre esté aquí, y si lo está ha muerto o no se atreve a salir a recibirnos, por culpa de los zombis. —Papá, pombis. —Añadió Cabal excitado y con una sonrisa, dirigiéndose a su padre. —Ludmila se agachó a la altura de su otro hijo —Nos vamos ya, niños. Cabal, ve con tu padre. —Quedo irme, mamá. —Balbuceaba el infante a punto de romper a llorar. Ya bajaban las escaleras que llevaban al jardín de la casa. Cuando una horda de zombis en avalancha, se les puso en medio del camino cortándoles el paso. —¡Cuidado!. —Gritó Gareth a Ludmila para que frenara, ya que iba la primera con el niño en brazos. —Pero ella lo ignoró, porque estaba tan asustada que su cuerpo tenía vida propia y seguía avanzando por las escaleras, como si no hubiera escuchado gritar a su compañero, como si hubiera perdido el control y la conciencia de su propio cuerpo. —Ese es mi padre. No nos dejarán salir. —Decía confusa. —Mantén la calma, Ludmila, escúchame, haz lo que te diga. Iremos en la otra dirección, gira rápida. —Le ordenaba Gareth. —¡Al sótano!. —Gritó ella girando en dirección a las escaleras. —Buena idea, corre. —Le respondió él. Patearon la puerta y bajaron todos, las escaleras del sótano, o eso parecía. —Al suelo, mi niño. ¿Y Cabal, Gareth dónde está Cabal?. —Venía detrás de mí. —Respondió él. —¡¿Has dejado al niño solo?!. —Exclamó Ludmila aterrorizada. —No, que va, está aquí… Ya estamos a salvo en el sótano. Wiii… —Decía mientras cogía a Cabal de las escaleras y lo levantaba en el aire. —El pótamo. Jajaja jajaja… —Balbuceaba eufórico y entre risas el pequeño en volandas. Se encerraron en un cuartucho del sótano para estar más seguros de los zombis. —No se nos ocurrió pensar que el hombre pudiera estar aquí abajo. Pero parece que tampoco hay nadie. —Esta no parece la casa que veíamos a través de la webcam. O nos hemos equivocado de sitio, o nos ha mentido. —Hablaban entre ellos, y decidieron esperar un par de días hasta que se fueran los zombis. Al menos allí los niños estarían a salvo. Aunque a Gareth no parecía hacerle mucha gracia la idea de estar tanto tiempo encerrado con ellos. —Dos días en esta pocilga… Al menos los zombis solo serían un rato de sufrimiento. —No me digas que prefieres sufrir un rato con los zombis, antes que estar dos días encerrado conmigo… —Le reprochó Ludmila. —Es para pensárselo. Supongo que estando tú, tampoco es tan malo. —Verás, Gareth, no es momento para discutir, ese de ahí arriba era mi difunto padre. —Y me alegro de haberlo conocido, después de haberte visto llorar por él durante años en simtube y sus menciones en las redes sociales. —Hay algo que debo hacer, pero no sé cuándo. —Dijo Ludmila, como si de pronto, hubiera recordado algo importante. —En mi adolescencia, me juré que mataría a la mujer que le quitó la vida. Nunca he podido olvidar su rostro, estábamos tan conectados, él y yo, que cuando murió tuve una pesadilla en la que veía la cara de una mujer pelirroja entre llamas de fuego. Sé que tarde o temprano la encontraré, o me encontrará ella a mí, y por eso tengo que estar siempre en guardia. La situación se pone muy fea, Gareth, no podemos relajarnos. —Deja de hablar como mi hermana, que me cortas el rollo. —Respondió hastiado el muchacho. —Aquí no hay zombis, hedmanito Cabal. —Jaja. Los pombis feos. Dos días después… —A los niños no parecía afectarles estar en aquel sitio. Todos estaban bien, y contentos de estar a salvo. —Mañana salimos de todas formas, no esperaremos más días, con lo lentos que son, podremos esquivarlos. El otro día nos pillaron por sorpresa, pero ahora estamos concienciados. —Comentaba Ludmila al resto, ya que parecía la única deseosa de salir de aquel viejo sótano. Gareth empezó a practicar ejercicios para estar en forma por si tuviera que enfrentarse a los zombis. Los pequeños estaban bien. Había una nevera con leche y algunas provisiones de los antiguos dueños de la casa. —Niños, ¿por qué no salís al pasillo a jugar como todos los días, eh?. Pero no juguéis en la escalera. —Ordenó Gareth a los niños, ansioso por estar un rato a solas con Ludmila. —¿Po qué papi? —dijo el pequeño Cabal. A lo que él le respondió que tenía que hablar cosas de papás con su madre. —Los he echado. Ya estamos solos. —Informó a su compañera. —Que alivio, me estresan un poco los niños tan pequeños. No me dejan tranquila ni un segundo. Espero no tener más. —Dijo ella mientras suspiraba aliviada. —Ahora puedes relajarte y descansar de ellos un rato… —Respondió él con tono insinuante. —Y tú también Gareth. Continuará… A Shalala le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 7 sep 2017 Árbol genealógico actualizado por fin. Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 12 sep 2017 Tendrán todos estos cambios algo que ver con la cazadora de brujas? O será un evento a parte? Jum! Continúa pronto, que se está poniendo jugosa la historia! A Druga le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios
Publicado 15 sep 2017 On 12/9/2017 at 20:30, Shalala said: Tendrán todos estos cambios algo que ver con la cazadora de brujas? O será un evento a parte? Jum! Continúa pronto, que se está poniendo jugosa la historia! Pues ya vamos a saberlo. Y en cuanto lo publique, me voy a hacerle las fotos a unas poses que hice nuevas. Hola, soy Druga y Los Sims consumieron mi vida. Spoiler —Gareth… —Murmuró Ludmila, apoyada en la pared, siendo acorralada por los brazos de él. —Se me eriza el pelo de la nuca cuando dices mi nombre. —Susurraba el chico mirándola a los ojos. —¿Qué estamos haciendo?. —Preguntó ella. A lo que él respondió —No lo sé… relajarnos. —No te enamores de mí, Gareth. —Le advirtió emocionada mientras la abrazaba. —No. Tranquila. —Hablo en serio, vas a morir. —Insistió Ludmila. —Solo nos estamos relajando, cálmate. Vamos a ponernos cómodos. —Decía Gareth tratando de tranquilizarla para llevarla a su terreno. —No quiero que mueras Gareth. Por favor, no me dejes sola aquí. —Tranquila, deja de pensar tanto. Déjate llevar. Te sentirás mejor luego, tenemos mucha tensión acumulada. —Le decía, estando sobre ella en el sofá, mientras se desnudaba y hacía lo mismo con Ludmila. —Es nuestro momento. Al día siguiente… —No sé cómo lo hiciste ayer, pero conseguiste que nos quedáramos un día más. Menos mal que eras tú quien no quería quedarse aquí el primer día. —Murmuraba Ludmila recién levantada al medio día. —Debió de ser mi encanto arrebatador, no podéis resistiros, ya me pasaba antes. —Respondió Gareth fanfarroneando. —Si, seguro… por eso me confesaste aquella noche que no habías tenido nunca novia, y hasta parecías virgen la primera vez que lo hicimos. —Estaba nervioso por esta situación. —Claro, por eso no sabías dónde tenías que meterla, por la situación. —Le espetó ella. —Es algo habitual… ocurre mucho... —Trataba de justificarse Gareth. —Ni de coña, chaval. Vete a abrazar un cactus. Eres un fantas… —Justo en ese instante, el pequeño Friedrich entró al cuarto del sótano interrumpiendo a Ludmila. —¿Papi? —Hola pequeño hombrecito. —Le respondió Gareth. —¿Dónde está tu hermano? —Preguntó su madre. —No té. —¡Cómo que no sabes!. —Le gritó Ludmila. —Con el nene. —Respondió el pequeño. —¿Qué nene, hijo?, ¿dónde está?. —Preguntó su padre, acercándose a él. —A fera. Papi, jega, jega papi. —No podemos jugar. Hay que buscar a tu hermano. —Respondió Gareth al pequeño. —Vamos con Cabal, llévanos con él, hijo. —Le dijo Ludmila. —Será mejor que me sigáis a mí, tiene que estar aquí, no ha podido ir a ninguna parte… —Decía Gareth decidido mientras salía del cuartucho del sótano hacia el rellano de la escalera. —Ahá, como os decía, ¡Aquí está!. —Gritó avisando al resto de la familia. —¡Nene, nene! —Balbuceaba Cabal bajando las escaleras, siendo seguido por un hombre desconocido que iba manchado de sangre. —Creo que ese era “el nene” con el que estaba Cabal. —Dijo su padre refiriéndose al extraño hombre. —¿Quién es usted?. —Le preguntó Ludmila sorprendida. —Buenas tardes. Eso debería preguntarlo yo. —Dijo el hombre, igual de sorprendido que ellos. —¿Qué hacen aquí?. —Les preguntó el desconocido. —Escondernos de los zombis. —Dijo Ludmila. —Nos rodearon y no podíamos irnos. —Añadió Gareth. —Eso no responde a mi pregunta. ¿Qué hacían aquí antes?. —Ehm… pues, nos equivocamos, íbamos a casa de un conocido, pero llegamos aquí por error. Nos pasa siempre últimamente. —Le explicó ella. —Buscábamos a otra gente. No hemos visto a nadie nuevo en años. —Añadió nuevamente Gareth. —¿Esos niños, son hijos suyos?. —Les preguntó el hombre. —Si, son nuestros mellizos. —Respondió Ludmila. —Está bien. Tengan cuidado. Esas criaturas son muy peligrosas, y lugares como este están infestados. Ya pueden irse, he limpiado la zona de camino, pero aparecerán más en unas cuantas horas, dense prisa. —Les advirtió el hombre, mientras Gareth se dirigía lanzado hacia las escaleras gritando: —¡Bien!, a casa. —¿Pero quién es usted?. —Le preguntó Ludmila al extraño. —Era el encargado del mantenimiento de la piscina y de esta casa. A veces dormía aquí debajo, pero tengo mi casa cerca de aquí. Los dueños ya no están, pero vengo una vez a la semana para hacer limpieza. Trabajar en esta casa y la fidelidad a su dueño era lo único que daba sentido a mi vida, me siento vacío si no sigo viniendo aunque sea de vez en cuando. —¿Qué le pasó al dueño?. —Continuó interrogando Ludmila. —Se convirtió en una de esas cosas, mató a toda su familia por la noche, ellos también se transformaron días después. Tuve que limpiarlos también a ellos, no fue plato de buen gusto, créame. Fue muy duro.—Le respondió ligeramente emocionado. —Lo siento mucho. —Dijo ella para consolarlo. —¡Usted qué va a sentir!, tiene a sus hijos y a su padre consigo. ¡Váyase a la mierda!, usted lo tiene todo, no necesita nada. No sabe lo que es perder el sentido de tu vida y no saber cómo vivir ni cómo llenar el día. Tiene con qué llenarlo, usted no siente nada de eso, ni se lo imagina. —No se ponga así, hombre. No le he dicho nada malo. Yo también lo perdí todo. Sentimos haberle molestado, gracias por entender nuestra situación. No volveremos a molestarle. —Replicó ella mientras se acercaba despacio a las escaleras de la salida. —Tengan cuidado. —Murmuró el hombre viéndolos salir. —Ese hombre está mal de la cabeza, Gareth. —Calla y corre. —Le respondió él, mientras salían a toda prisa del solar. —Te dije que esperases a los niños, no saben correr todavía, ya que no has querido cargar con ellos. —Le recriminaba ella a la entrada. —No podíamos correr con ellos encima. —Trataba de justificarse Gareth. —Son tus hijos, Gareth. No son solo míos. —Cuando te pareces a mi hermana te pones muy fea. ¿No te lo había dicho?. —Y tú cuando actúas como un puto esquizoide al que se la sudan sus hijos de 2 años. —Quiero a mis hijos más que a ti. —Por eso los dejas atrás solos en un sitio peligroso. —Cálmate de una puta vez, aquí ya no hay peligro. —¡Neeeeene! ¡juga nene! ¿jugah? —Gritaba Cabal al hombre extraño, que los había seguido y los observaba desde la distancia, mientras sus padres discutían. —Vámonos de aquí, Cabal. ¡A volar!... —Aios nene. —Parece que por lo visto, hay más gente de la que pensábamos, Gareth. —¡¡Y USTED DEJE DE OBSERVARNOS MIENTRAS NOS VAMOS, PARECE UN JODIDO PERTURBADO!!. —Gritó Ludmila al encargado de mantenimiento del solar, con toda su alma, ansiosa por desahogarse por todo el estrés que acumulaba. —Más de una semana sin ducharme, ya era hora… por fin en casa. —Decía el padre de la familia, mientras se frotaba debajo de la ducha del baño secundario de casa de Ludmila. Y acto seguido empezaba a cantar lo primero que se le venía a la mente. Continuará... A Shalala le gusta esto Share this post Link to post Compartir en otros sitios